lunes, 18 de octubre de 2010

Bienvenida

Llegué a ti poco a poco, tardé años en encontrarte; quizás vidas.
Conocí cientos de almohadas donde diseminé sueños, acaloré sábanas y las manché de tinta, las manché de desgana, las manché de mí, copulé canciones por cargo; me salieron renqueas.
Una noche, al despertar de golpe, te respiré tranquila, te respiré callada. Respirarte me insolentó la calma. Acordarme de tus ojos, de la mirada que me mantenías con culpa, la que yo te mantenía con ganas, me enamoró de golpe. ¡Basta!, siempre le decía a mis manos con su sincronía encallada en su absurdo deseo por desmenuzar tu espalda, por delimitar tu espacio, por embarcarse en tu cuerpo y escurrirse llenas.
Llegué a ti poco a poco, tardé años en encontrarte; quizás vidas.

Una noche, al despertar de golpe, supe que estába vigilante a tu llegada, anhelante al primer beso, al primer roce, a tu bienvenida.

Llegué a ti poco a poco, tardé años en encontrarte; quizás vidas.

Y tan así, me dormí en tus pechos, me abracé a tus empeines para conocer tus pasos. Y tú, tan blanca, tan recia y agitante me tendiste tu alma.

Y tú, me escogiste así, con mis sábanas gastadas, con mis canciones a medio terminar, me escogíste con mi voz mal hecha, con mis tenis viejos, con mi cama baja y mis sueños locos, con ganas ya cansadas.

Me abrazaste así, con tus dientes claros, con tus lentes diarios, con tus heridas, con mis heridas.

Me llenaste de ti, de tu mundo, de tus ojos, de tus rimas, con mis miedos, mis enfados, con tus mofas, con tu risa, con tus letras, con mis faltas.

Llegué a ti poco a poco, tardé años en encontrarte; quizás vidas.

Y ahora, que has llegado por fin a mi vida, te digo: ¡Bienvenida!

Llegué a ti poco a poco, tardé años en encontrarte; quizás vidas.

sábado, 9 de octubre de 2010

Para curármela

Tengo amigos que dicen que después de una noche de alcohol en las venas, lo mejor es tomar de nuevo en la mañana, para así, no sentir los efectos agonizantes en los que te envuelve la resaca.

Me pregunto qué pasará dentro de nuestro organismo que si vuelves a tomar lo que te hizo estar mal; te curas.

Anoche volví a pensar en ti, en lo exitante que me resultaba besarte con olor a licor; de ese sumamente caro, ese acostumbrado a bailar sobre tu boca cada viernes. Me cuestiono acerca de cuántas veces te hice el amor en estado de ebriedad, 1, 2, 3... 32.

32 fueron pocas para las veces que te lo hice sobria. nDéjame confesarte que me agradaba más la idea de tocarte cuando en el aire se respiraba la verborrea etílica de 2 amantes que jugaban a amar como Dionisio.
¿Te acuerdas cuando rodamos por el piso? mis rodillas terminaron algo heridas, mi cabello revuelto se confundió en tu sexo. Me volvía a enamorar de ti cada que recorría un centímetro en tu piel y viceversa.

Benedetti tuvo tanto acierto en su último párrafo que hasta inconcluso lo pudo haber dejado.
Remembrar mis manos en tus pechos, mis labios en tu ombligo, mi voz en tus hombros, tus gemidos en mi frente, remembrar todos esos hechos, todos esos vicios, es morir por atropellamiento; no sabes de dónde viene el golpe, no sabes a dónde fue a dar tu cuerpo, en qué momento se te salió un zapato, en qué momento se te salieron las víceras carcomidas por el alcohol previamente ingestado.

Aquí, al borde de mi sucia conciencia me desprendo de la pregunta que más me ha llegado en las mañanas de los fines de semana: ¿Cómo me la curo de ti? será que tendré que ir a la tienda más cercana a comprarme una dósis de ti, un pedazo de olvido para olvidar que no te olvido.

Me pasaré los semáforos en rojo si es necesario, correré el asfalto, brincaré por habitaciones ajenas, de ser preciso caminaré descalza,pero llegaré, ahi, a donde de amor se curan los humanos.

Para curármela, destenderé mi cama, haré del sexo un disfraz y me emborracharé de ti, y despertaré con la misma sed, así la historia tendrá un circulo que ni a compás será perfecto.

martes, 5 de octubre de 2010

A ella

Desáto mi blusa para tu pecho,
para que camines al borde de mi alma.
¿Será que te guardo devoción?
Lo hago.

De tu ciudad extraño...

De tu ciudad extraño la sinceridad de tus ojos, el cómo se van tejiendo entre tú y yo las ideas, el desamparo que me provoca el estar lejos de ti.

De tu ciudad extraño tu risa, esa que siempre llega a destiempo, cuando no la quiero.

De tu ciudad extraño tus manos grandes que aveces me tocan, las que aveces me llaman, las que aveces olvido, la que siempre me curan.

De tu ciudad, sin duda, extraño tu abrazo, la voz que en las mañanas me alivia de desamores barátos que me invente mientras tú dormias.

De tu ciudad extraño a tus hijos, esos que roban mi calma y trasgreden mi cama, esos locos que entrelazan mi sangre para verterla en tu alma.

De tu ciudad extraño tu almohada, que muchas veces me envolvió cansada, extraño tu música que enamoró la vida que corteja mis días.

De tu ciudad a morir extraño a tu mujer, esa que se ha vuelto enigma en mi existencia, extraño sus brazos de calibre alto, su andar de madrugada y su cuidado de mañana, su voz que avienta canciones cuando me tiene en casa.

De tu ciudad extraño tus pasos, tu carrera, tu vejez y tu experiencia. Extraño tu café de a medio día cuando se te da la gana, de tu vino de sobre mesa cuando también se te da la gana, la manera en la que extrañas, la manera en que recuerdas a quien ya no te acompaña.

De tu ciudad extraño tu calma, tu dedicar del diario, tu sueño taciturno, tu periódico doblado, tus huraches viejos y mal labrados, la manera en que a tus hijos miras, la manera en que a tu mujer miras, la manera en que suspiras, la manera en que me miras.

De tu ciudad extraño la forma en que te aguantas el llanto cada vez que de tu abrazo me despido, el llanto cada vez que de mi ausencia se hace larga la impaciencia.

De tu ciudad no extraño su gente, no extraño tu casa, no extraño a tus amigos o a los que te hicieron su enemigo. De tu ciudad no extraño tu coche, no extraño tu acople, no extraño tu dinero.

De tu ciudad extraño al hombre que se hizo carne para llenarme de besos cada vez que tengo en el corazón algún hueco.

De tu ciudad extraño tus piernas para recargar mi cabeza cuando las lágrimas me azotan los recuerdos.

De tu ciudad extraño el futuro en el que no se encuentra más que tu nostalgia.

De tu ciudad, te extraño a ti.

Te quiero

Te quiero allá, donde no pueda verte,
donde mis manos no te toquen, donde
el agua de mis ojos no te avise que te quiero.

Te quiero en viernes, cuando de alcohol visto mis entrañas,
ahí donde cuerpos que no conozco son mi ropa.

Te quiero inmuta, con los ojos cerrados, con los labios cerrados.

Te quiero en donde no puedas escuchar qué grito, qué hablo, qué canto.

Te quiero muerta, maldecida, malamada, malgastada.

Te quiero en retirada, en despedida, en fin de año, te quiero en diario.

Te quiero áspera y distinta, con los oídos tapados y las ganas quietas.








—¡Te quiero lejos!—.

Puede ser

Puedo poner dentro de este vaso un beso, de eso que tanto pienso y deseo,
por eso voy muy lento en esto tan espeso, tan intenso.

Puedo beber de esta taza blanca harta. Tantas bancas que vacías suelen ser mi compañía
en las horas que me avisas que no vienes, y ansías convencerme que de azul me veo mejor.

Puedo correr tan lento que me da tanto aliento el ser viento entre tus ramas que amas tan lejos y tan cerca, como si volviera puerta al terror de ya no verte más, jamás.