domingo, 23 de enero de 2011

De mí

Nunca pensé que fuera a sentir esta rabia en algún momento de mi vida. Esa que te da cuando tienes que asumir la causa de tus actos, y no quieres. No quiero ni siquiera redactar una horrenda tesis que me está calando como la piedra más grande jamás encontrada en el zapato.

Acabo de leer un montón de personas estúpidas que se creen dioses jugando a vomitar palabras, digo todo y digo nada. Qué fatídica decepción ha de sentir la gente cuando llega amarme y me desama por lo que en las siguientes líneas escribo.

Soy una mujer que besa en cada esquina, en cualquier pueblo, en el bar que sea, en donde pueda. Nunca he besado a nadie en ninguna escuela, tan estúpida me creo por creer que sería de tan mala educación. Si me vieran mis padres fuera, en las calles, en los solares baldíos, sobre los puentes; bajo de ellos.

Tengo años cambiando de cama, cambiando de besos, cambiando de acciones. Una vez, alguien me dejó porque no sabia defenderme ante sus infidelidades y fui infiel. Me costó $100; es lo que antes costaba una tarjeta con crédito para abonarle al móvil, eso me costó y cruzar la calle para subirme al taxi y llegar al lugar donde había quedado con quien le pinté; que digo pinté, le tatué los cuernos en su cabezota de alfiler.

Quien me llamó "el amor de su vida" también me dejó en la primera oportunidad que tuvo y la primer infidelidad que dudó de mí. Y le comprendo, si yo me tuviese como novia me dejaría sin pensarlo.

Tengo amigos que se quejan de mi falta de ánimo, de mi falta de interés hacia ellos. Llamo de vez en cuando, cuando se me agota la calma y los silencio. Aún así, sé que mi mejor compañía es mi sombra, mi entrepierna rota.

Para matarme habría que robarme unas pastillas de verde y azul que tomo a diario cuando nadie me observa, en su defecto venir a mi casa con puerta roja y jalar del gatillo de una pistola. Muero de ganas de estallar la vida, de sentir la muerte.

Una vez en el estacionamiento de algún centro comercial, una mujer hermosa me llamó cobarde, y cómo no, siempre estuvo sentada en sus rodillas mi guitarra y no pude hacerle más feliz que ella, se me terminaron las ganas. Una vez más, ella me dejó.

He ido a muchos países y en todos fui distinta pero canté las mismas canciones. Acaricié más cuerpos de los que alguien pudiera imaginarse, no me enamoré de nadie. No fui a dejar mi corazón a París o a Bélgica, ni siquiera a Brasil. Pasé meses en autobuses raros con gente que me hartaba a diario y pretendía ser mi confidente sólo para acostarse con el chico italiano que tanto me pretendía.

Tengo años cantando cualquier día que sigue del miércoles, ahí conocí mi vanidad y egocentrismo, ahí me enamoré de muchas, me enamoré de mí. He escrito canciones en servilletas que terminas pisadas por extraños alcohólicos de mierda.

Juré sentirme un día enamorada y me abracé a las huellas de un amor lejano. No encuentro el camino exacto hacia sus lares y sin embargo le canto cuando más tengo el encanto herido. He estado al borde de la mejor historia, y regreso a cerrar el libro, quizás por temor a los finales infelices, no digo nada y digo todo.

Me gusta la soledad con que se mueven mis pasos, y recuerdo que odio escribir mensajes de textos y hablar por teléfono. Quizás por lo anterior ya no me buscan tanto mis esperadas aventuras de mañanas. Carezco de lógica en mis textos, carezco de historias increíbles porque se me estropean las manos y no podré vender canciones.

Cuando era niña me hicieron daño las personas a las que más nos confiaba mi madre, ella no lo sabe, muy apenas lo recuerdo para volverlo a dejar. En la inmensidad del tiempo desdoblo recuerdos y no me gustan. Aún no recuerdo cuando fue la última vez que me sentí sin miedo. A la espalda de la vida me aferré cuando menos quiero y cuando menos puedo.

Tengo una guitarra que nunca ha sido mía, creo que ella lo sabe pues se desafina a la primera pasada del tren, tanto que tardo sin poderla tocar.

Me gusta regalar flores pero desde que mataron a una amiga, entregué las últimas. La muerte me llena en muchas cosas y eso pocos lo saben. Una profesora me dijo un día que tenía fuertes problemas psicológicos que sabía cubrir muy bien con mi inteligencia. Nunca me he puesto a pensar si será verdad o mentira lo que a mi querida y estúpida profesora creía.

Debo confesar que no siento absoluta motivación por nada, tengo tiempo de decir todo y nada. Tengo tiempo durmiendo tarde para destruir mi cuerpo amordazado de pastillas. Tengo tiempo con miradas fingidas para conquistar amores de ocasión que me duran muchos años. No me gustan los finales, quizá por eso dejo abierto todo.

De mis relojes de mano, uso siempre el que no tiene batería. En la hora que marca mi reloj sin pila guardo mi mejor secreto. Tiene siempre la misma hora marcada, la cual cambio cada mes.

Digo todo y nada.

Me estás sucediendo

Sé que no estás, y sin embargo me estás sucediendo; siempre me sucedes.
Me pasas a todas horas, cuando más huyo de ti para hacer los deberes más complejos, me sucedes.

Siempre supe que el amor entre tú y yo sería a destiempo, a deshoras, en lugares y ocasiones complejas. Aún así, aún después; me acomodé a quererte. Y te quiero, siempre te quiero, en ocasiones te nombro; no para acordarme de tu nombre, no para sentirme fuerte, te nombro para saberme débil, para encausar mi tiempo, para no ser algo perfecto pues te aburrirías de mí.

Despedirme de ti siempre me es difícil, ahora me es más complicado. Ahora quiero que llegues cuando ya te estoy diciendo adiós. Y ahí también, me estás sucediendo, me estás seduciendo.

Tengo 26 años, y me has pasado en mucho de ellos.

Nunca supe de un amor como el tuyo, con una decisión tan larga, con una espera tan corta y tan deseada. Me creía fugaz entre tus ojos en aquellos años donde tus despedidas no significaban más que una vuelta lejana.

Y aquí, en el lugar donde muchas veces nos hecho el amor con cuerpo y con palabras, me estás sucediendo. Estás acariciando mi cabello, te estás enredando entre mis pestañas. Qué azul se distingue el cielo a las cinco de la tarde, que claro el silencio cuando tú me pasas.

Te extraño más allá de tu vida y de la mía, el tiempo nos inventó y yo nos disfruto, siempre nos disfruto. Sé que me equivoco, y que mis manos y mi boca suelen ser en ocasiones torpes, pero sé que nada sobra y nada falta para hablar de ti y de mí.

Pasarán los años y pasarán cosas, y yo te seguiré queriendo más que la primera vez que me robaste un beso y me hiciste tuya. Te querré más que la primera vez que dormí contigo, que me desnudaste toda de los pies al alma. Te querré más que la primera vez que te enfadaste conmigo.

Me sucedes, siempre me sucedes. A las cinco, a las cinco y cuarto, a las cinco y treinta; a todas horas. En el tiempo, en el espacio, en el día; de madrugada y noche me tienes sucediéndote.

martes, 4 de enero de 2011

Llegas cada noche.

Quizás la vida siga, la gente andará calles a pie o en coche. Algunos seguirán hablando de Dios como si viviera en sus casas. Por otro lado, otros tantos tontos seguirán burlando a la muerte, unos más estarán llenando hoteles de vacías caricias y cuerpos llenos. A algunas mujeres les faltarán alas para encontrar su rumbo, contados hombres estarán trabajando para dos que tres. Seguirán transitando mentiras por la ciudad, seguirán saltándose los puentes, llantos estarán estallando, se seguirán vendiendo mil imitaciones de todo. Las distancias seguirán impidiendo perdones, alejando más al hombre de su hogar y dándole vueltas a los asuntos. Seguirán regresando mariposas a la panza de muchos adolescentes locos, fantasmas volverán del pasado a mitigar sedes presentes. Puede que sigan lloviendo a diario muertes, el noticiario seguirán sin decir nada interesante, el estúpido de la esquina seguirá gritando notas crudas de cuerpos sin vida y sin presente.
Quizás la vida siga dando vueltas a todos los que no hemos encontrado algo mejor que hacer. Bombas seguirán contaminando los oídos de tantos que creen que la paz se vende en bolsa. La vida seguirá matando días con ayuda del Sol. Yo, seguiré llegando tarde a casa, desayunando algo que no me gusta, cambiándole el aceite cada mes al coche, poniendo gasolina cada que él me lo pida. Seguiré componiendo para no aburrirme los domingos, para ganas algo de dinero. Seguiré pensando en la dulce cotidianidad de la que soy adicta. Seguiré dando vueltas por la casa mientras pienso por dónde empezar a limpiar. Seguiré hablando de cuanto mundo he pisado y de cuantas promesas no he cumplido. Mis vecinos seguirán estacionando su coche amarillo a las seis de la tarde siempre en el mismo lugar. Seguiré cenando con la mujer de siempre, dibujaré de vez en cuando para no escribir, seguiré con la única amiga que no ha querido besarme. Seguiré preguntándome cómo habría sido mi vida en otro lado, con otra comida, otros sabores, otros libros, otra profesión.
La vida seguirá su marcha, siempre perfecta imperfecta, siempre acomodándose donde no se entiende. Seguiré ahí acordándome de ti. Estorbarás a todos mis recuerdos.
Llegarás cada noche, siempre puntual a recordarme lo invalida de razón que soy.
Quizás la vida siga. ¿Y tú, en dónde sigues?