lunes, 15 de agosto de 2011

Bomba de tiempo en la cocina

Para llegar a su cocina, yo tenía que subir cuatro escalones grises para encontrarla a ella sentada frente a una computadora con un tanto de páginas abiertas sin ton, y por supuesto el son tampoco era atraído.

En aquella cocina aprendí que la miel y el azúcar, no iban junto al café, que la leche se toma medio fría y que el té de manzanilla nunca se termina. Después de saber la posición casi exacta de mis pasos ahí, como también de los suyos, me dispuse a saber dónde carajos iban los corazones rotos, el andar ligero, el sexo de diario, y el porqué de tener una sartén donde muy a huebo cabe un huevo.

Posterior a observar tantas incesantes palabras sobre mi cabello, por no decir que en mi cabeza, hice en aquella cocina la declaración de amor más exacta y menos recurrente en mi quisquillosa existencia, ahí le dije: te amo bien cabrón. Por supuesto escuché el ansiado "yo también". No, no fueron abrazos o besos los acompañantes absurdos en mi declaración nocturna. Más bien lo que le continúo a mi discurso oblicuo fue el desenfreno de mis manos. En ocasiones utilizo sus cabellos como cuerdas de guitarra para cantarle en total silencio, y ahí, en cada canción, en cada guerra, en toda dirección, se desvirtúan las notas más agudas y más graves que, por lo regular nunca logro hacer con mi garganta.

Qué bomba de tiempo se hace sobre la mesa después de comer, de cenar, de hacer el amor. Podría abrir mi pecho en cuatro partes con un cuchillo afilado para mostrar el lugar exacto de mi corazón, pero entonces, se habría vuelto obvio mi amor por esa mujer que, nunca sé lo que está pensando, y de ahí la idea nubi de preguntar cada determinado tiempo.

Todo es una espiral, un suspiro aún atorado entre las costillas de esa mujer brillante que me hace el amor en su cocina mientras, el tiempo estalla jadeante entre su oreja; por general, en la oreja izquierda de esa cabeza sembradío de las mejores cuerdas tocadas en mis manos, así, sus cabellos. Mi cuerpo mojado será llave de fregadero entre sus dedos, mientras mis pechos serán el mejor estacionamiento para su lengua caliente.

Quizás cuando termine de escribir este texto, el tiempo ya habrá explotado en la cocina. El microondas seguirá perdiendo el tiempo esperando a ser activado, el refrigerador continuará callado y caliente de su espalda, la estufa gritará que necesita soledad. Sí, todo lo anterior mientras transcurre el tiempo en su cocina.

jueves, 11 de agosto de 2011

El ciruelo

Se me cayó un limón de un árbol de ciruelos, de ahí su infelicidad.

Después de caer el limón entre mis manos, lo eché al bote de basura donde se convirtió en el corazón podrido de alguna de mis amantes; esas que nunca fueron reconocidas como mías sino, como solamente de la calle.

El limón convertido en músculo de sangre se llenó de tierra, ya no sabía si era lodo o una maleta vacía llena de recuerdos.

El limón después de verde, no era más que colores en ropa sucia.

Al limón le dolían las piernas que no tiene, le dolían las manos que no tocan, el aroma que no huele, la cabeza que se parte. Al limón de seguro le dolía una mujer de por ahí.

Pobre del limón que tropezó de las ramas de un ciruelo; ese inadvertido de estar cargando un pobre fruto verde al cuál nunca llamó por su nombre ni su color, solo por su forma redonda, siempre, parecida a la de una ciruela.

Después de verse en la basura como un limón enlodado, sucio y podrido, se dispuso a llenar de hojas verdes las ramas del ciruelo que lo lanzó al abismo. Ya para qué iba a acomodar sus raicitas en otro suelo, ya para qué iba a llorar de celos, si todo lo que llamó tierra, no era más que lodo en un corazón podrido que alguna vez fue verde; ya para qué.

Sí, así fue la desgracia de aquella mujer pensando cómo arrodillarse en el mar sin sumergirse en mi cabello, o en mi música. Aquella mujer que se creyó limón, cuando en realidad era ciruelo; rojo ciruelo, rojo mar, roja sangre; corta vida.

Me pregunto entonces, por qué el título de este texto entonces, se hace ver como: "El ciruelo".


miércoles, 10 de agosto de 2011

De mis antiguos quíhubos

En ocasiones me pregunto qué parte de mí soy yo, y qué parte de mí son ellos; esas manos, espaldas, pies, pero, sobre todo bocas involucradas en mi cerco. Aún recuerdo tantas palabras que me dijeron antiguas bocas que muchas veces nombré mías; no recuerdo exactamente cuál me dijo cada cosa sin embargo recuerdo exacto cómo fueron. Estas son algunas de ellas que a la letra copio:

- ¿Te acuerdas de mi?
- ¿Tienes lumbre?
- Me duele la cabeza, sorry. ¿Lo dejamos para luego?
- Te quiero.
- ¡Púdrete!
- Hazme el amor por última vez.
- Préstame $10 para cuando quiera marcarte.
- No te molestes en venir a verme.
- Bueno, molestate si quieres.
- ¿Bailas?
- ¿Qué signo eres?
- Quédate un rato más.
- No tomes tanto, te puede hacer daño.
- Después de Dios están mi familia y tú.
- Ya no estás conmigo, eso me hace sentir feliz.
- ¿Quiéres ser mi novia?
- ¡Ya me vales madre!
- No quise hacerte daño, solo pasó.
- ¿Cómo me dijiste que te llamabas?
- ¿Y si me dejas al mes?
- Prepárate un té, luego vete.
- No quiero ir.
- Te amo
- ¿Quiéres algo antes de empezar?
- Dame un cigarro.
- Ya no te amo.
- Te amo.
- Es verde con verde tu color favorito, qué ridículo.
- Quiero enchiladas, verdes si es posible.
- ¿Llueve?
- ¿Quiéres que me vista?
- Puta madre! ¿Cómo fui a caer contigo?
- Te amo.
- Sigo esperando que me llames.
- Es aquí cerquita, no nos tardamos.
- Te amo.
- Vuelve conmigo, por favor.
- Guapa mujer.
- No vale, fue con un hombre con quien te puse el cuerno.
- Te amo.
- Ábreme o nunca regreso.
- En serio, no voy a regresar contigo.
- Ya me voy a ir y ni cuenta te vas a dar.
- No me busques.
- Te amo.
- Muérete.
- ¿Me abrazas?
- ¿Ya lo leíste?
- Te amo.
-Eres una idiota.
-
-
-
-Adiós, Viviana.

Si algún día recuerdo en dónde se quedaron las demás, prometo de igual manera tirarlas por ahí.