martes, 25 de diciembre de 2012

¿Y ahora?

Ya tomaste con tu mano izquierda la taza de la derecha de tu madre.  No supiste qué color de vestido elegir y te guiaste por los colores antiguos en tu gusto.  Abrochaste cadaYa uno de los botones de tu pecho y te lanzaste a recibir una alegría más llena de penas.  La familia se junta a tu al rededor mientras no te duele en qué otro sitio se encuentran los que no se encuentran a sí mismos.  Lloras riéndote.  

Afuera son las diez de la noche y dentro de ti son las falta de libertad.  El mundo gira y gira y vuelve a girar.  Los problemas que un día tuviste de frente ya están del otro lado donde no les ves la cara.  Piensas que el cielo es negro porque siempre lo has visto de noche.  ¡Vaya cosa! No sabes leer al revés porque siempre has hecho las cosas derecho.  Te felicito, acá todavía sigo pensando en ti. 

Ya casi son las once y aún te preguntas qué harás con lo que te resta del año: nada.  No, nunca has hecho nada en realidad.  Los trabajos, los sueldos, los gasolinazos, los domingos, el recreo, la hora de salida, las comidas, las cenas, las carreras, los semáforos, los desayunos, el desquibre, la soledad, los amores, las flores, los extraños, los advenedizos, los cantos, las guitarras.  Todo, exactamente todo te resulta igual.  ¿A qué hora vas a dejar de construir puertas cuando puedes salir por las ventanas? No se trata de soledad, se trata de andar y dirigir.  

Cuando te entreguen el premio a la mejor empleada, a la más joven, a la más inteligente de tu clase, al más íntegro, al más honrado y honesto (que no es lo mismo, lo separa lo sexual), a la más mojigata y cursi, al más inverosímil y diestro, a la mejor profesora, al mejor dictador y al peor distribuidor de tristeza, al mayor traficante de puntualidad, al doctor en artes y contador de minutos por segundo anual.  Cuando te entreguen el trofeo al mejor hijo de puta del mundo, a la mejor vengadora de los destinos rotos te preguntarás: ¿Y ahora?

Sí, ¡Ahora! Y ahora cuándo caminarás descalza por el mundo, cuándo las borracheras entre semana, cuándo los días sin trabajo con descanso de nubes.  A cuántos kilómetros del suelo quedan las irresponsabilidades hermosas y deseadas por todos.  Cómo le digo a la mujer o al hombre de mi vida que lo dejé pasar para no llegar tarde.  A qué hora abre el expendio de dichas olvidadas y deseos reprimidos.  Cómo llego a los labios que por distancia no me atreví a besar.   Y ahora cuándo acamparé en el norte sin pasar por el sur.  A dónde iré cuando quiera llenarme las manos de barro sin temor a ensuciarme la ropa de trabajo.  Cuándo, cuándo, cuándo hablaré de amor en lugar de proyectos para llenar de dinero a otros.

Te has llenado la vida de puntitas por temor a pisar el mundo y darte cuenta de cuánto te has perdido.  Es más bello el pasto, la tierra, la playa y el viento que el azulejo de un corporativo.  Es más bello un globo en el aire que mil sin inflar.  Son más bellos los peces en un río que un pescado en un plato de un lujoso restaurante.  Es más bello el reflejo de tu cara en el espejo de la lluvia que en uno de algún cristal recién pulido. La soledad se saborea mejor en el desierto que en un mar de gente. 

Sí.  ¿Y ahora, cuándo voy a vivir?  ¿Y ahora cuándo vas a vivir? 

¿Y ahora?.. 

jueves, 6 de diciembre de 2012

Llorar

Han sido muchos los motivos por los cuales he llorado.  El día de mi nacimiento recuerdo decir al doctor: "No llora".  ¡Carajo! ¿Cómo que no lloro? Lancé un grito aturdidor -porque qué nacimiento no aturde al mundo- que logró escucharse por toda la sala.  

Después de ese día lloré.  Porque llorar es un acto de fe a la vida.  

He encontrado -después de tanto tiempo- muchas formas de llorar.  En ocasiones lloro con lágrimas secas en forma de sombrero con lluvia. Otras tantas las hago en forma de olas de mar con arena de desierto.   He llorado de cabeza para ver si se me regresan las gotas a los ojos y fracaso.  He llorado con la ventanilla del coche abierta mientras mi pie derecho se apega al acelerador: fracaso.  He llorado caminando para ver si con las lágrimas riego el campo seco de mis abuelos y nada.  He llorado en el pecho de una mujer para ver si entiende el dolor del mío.  He llorado de alegría cuando me peiné como toda una parisina para la fiesta de graduación.  Después lloré de tristeza con el peinado deshecho y el corazón desacogido.  He llorado de vergüenza al no saber cómo callar las lágrimas en público.  He llorado frente al espejo para abandonarme al conocimiento propio y llamé a los bomberos para terminar con un incendio interno.  Lloré la primera bicicleta robada y el primer amigo muerto.  Los dos me causaron el mismo dolor, no recuerdo uno mayor al otro.  Lloré cuando a mi hermano le pisaron sus piecitos descalzos en algún juego infantil.  Lloré cuando los pies de mi hermano se calzaron y volaron lejos.  He llorado con los ojos abiertos y los puños cerrados.  Lloré con la nariz tapada y sangre en la garganta.  Lloré cuando gané el primer lugar de canto en un pueblito.  Lloré cuando perdí el último lugar de la víbora de la mar porque necesitaba adrenalina.  He llorado con un orgasmo y con un amor despacio.  He llorado la luna y el sol.  He llorado la ausencia y la traición.  He llorado hombres y mujeres.  Una vez lloré perdida en una ciudad que no era la mía, también lloré unos ojos por la misma razón.  No he conocido persona más asidua al llanto que yo.  Somos recipientes de lágrimas, solo que algunos los paseamos vacíos por el mundo.  El mío sigue casi lleno, como si se llenara con cada noticia del noticiario de las siete.   Es cierto, llorar nunca le hizo mal a nadie, pero tampoco creo que con el llanto se limpie el alma; porque yo todavía la siento muy sucia.  Donde muchos ven dolor otros vemos cielo y palmas. 

Llorar, como si fuera necesaria el agua para dar vida a un humano.  Deberíamos llorar más seguido.  Llorar las puertas y las ventanas.  Llorar las guitarras descuerdadas y las olvido.  Llorar el llanto.  Llorar los amos y los desamores.  Llorar los barcos y los faros descompuestos.  Llorar con ojos y sin ellos.  Llorar las cosas del pasado.  Llorar la incertidumbre.  Llorar las risas.  Llorar los cuentos y los recuerdos.  Llorar la naranja mal pelada y el tren no tomado.  Llorar los vinos y los amigos.  Llorar el tiempo y los relojes sin manecillas apagados.  Llorar farolas.  Llorar los besos.  Llorar los presos.  Llorar la mandolina del capitán militar.  Llorar el campo.  Llorar la vida.  Llorar, llorar.  Llorar. 


Deberíamos llorar más seguido. 

Déjanos

Déjanos ir temprano en la mañana; es más, déjanos ir ya, de golpe.

Me extraña estar pidiendo esto cuando más quise estadía.  Ya no quiero jueves y domingos pensando en tus lentes de contacto, ni tus acertijos de escritores vagos latinoamericanos. 

Pude amarte eternamente, pero te dedicaste a destruir el mundo.  Era como si pasaramos de enero a julio en un solo beso y después me instalaras en septiembre esperando sucedernos.  Fui tan cortés en nuestro amor que para ti la única bandera fue la guerra.  No importa de qué color es la paz, nunca tuve la mezcla perfecta de colores para hacerla, ni papel de china suficiente para hacerte globos y volar.  Nunca fui suficiente.  No importa cuánto llorara, nunca llené el mar. 

Déjanos en un rincón del mundo, donde se empolvan los buenos amores, donde se entierran y esperan el juicio de la humanidad.  Cuántos muertos tiene el mundo que de nosotros no se enterará.  No pienses en cuántos corazones has tirado en carreteras, ni cuántos orgasmos se llevó la noche entre las piernas.  Que no te azoten caballos de agua las arenas.  Acuérdate: soy fuerte, tengo el pecho de piedra y la piedra es de algodón.  No prendas incendios donde no hay bosques a menos que necesites la luz del sol sobre la noche.   Siéntate y descansa si quieres, pero déjanos ir. 

Déjanos ir aunque sea tarde.  Porque hemos estado en la misma ciudad, pero en diferentes mundos. 

jueves, 29 de noviembre de 2012

El punto en la letra extraña del abecedario

Sembré besos en tu cuello y florecieron árboles de manzano sobre tus hombros.  Suelo lamerte las orejas para llevarte a dormir conmigo.  Qué digo dormir.  Cuando nos vemos nadie duerme.  A veces son las letras, a veces la guitarra, a veces las cervezas, a veces el vino, a veces tus piernas con semáforos en verde.  A veces solo somos tú y yo hablándole de servilletas a las sábanas.  

¿Recuerdas cuando bajo una farola me dijiste hola? Qué divertida nos metimos esa noche.  Qué revolcada al corazón. 

Ven

Ven, aunque yo te pague el de ida y vuelta; ven.
Ven, a calmar el roce de mis manos con mi cuerpo.
Ven e invítame una cerveza, yo te invitaré el mundo. 

Ven y pídete permiso para saber quién eres y buscarte.
Ven y dile a tu espejo que hoy quieres vestirte con los ojos cerrados.
Ven a contarme de sueños sobre almohadas sucias y recuerdos limpios.
Ven a callarme la boca con razones válidas inteligentes e invariables de nosotros.
Ven y dime que me equivoco cuando hablo de tu miedo y mi té con miel de abeja. 


Porque por qué no

No sé si estoy en el cielo del vecino o en el piso de alguna mujer extraordinaria.  Conozco cielos de muchos colores y éste es café.  Café son muchos ojos a los que les he cantado.  Es verdad, soy muy inteligente y muy miope.  Me hace falta más coraje para atreverme a no ver los errores de mi hermano o las arrugas de mi padre. 

Hace algún tiempo me enamoré de alguien que se enamoró de otra alguien que a la vez se enamoró de otra mujer payaso a la que no le faltaron los enigamas para hacer a la tercera verse al espejo y raparse la cabeza.  Se veía hermosa si la comparamos con un chayote en caldo de pollo en día de mercado. 

Cuando era niña me llevaron al mismo circo más de cinco noches seguidas.  Los artistas siempre fueron diferentes.  Tal vez mis ilusiones eran muchas y mis ganas de escapar de una falda tabloneada eran más grandes que el elefante parado sobre una pata durante cinco segundos seguidos. 

Duele mucho cuando alguien se va de tu vida.  Me cuestiono cuántas veces se han ido de mi vida personas: vecinos que cambian de dirección, mujeres cambiando el destino, amigos acomodándose traiciones, familia sin usar teléfonos, hermanos buscando mundo, amores queriendo amores.  Si pudiera poner un florero en la Luna, todos los girasoles de Italia los pondría con tu nombre en un cohete. 

Tienes que aprender a decir adiós, dice Joaquín Sabina mientras tú lees un libro que no te gusta.  ¿Por qué tenemos que hacer cosas no gratas a nuestro sentidos?  Una vez amé a quien no quería y despedí a quien sí quería.  Me he enamorado más veces de las que he besado.  No sé llamar en Navidad a mis amigos ni personas queridas.  No sé bordar árboles con esferas mientras veo televisión o escucho la radio antigua de mi abuela.  

Hoy no me duché porque hay salivas que mejor guardo en los pliegues de la piel que en el recuerdo.  Aunque pensándolo bien, las tuyas las llevo en los dos lados.  Mis tenis son cada vez más viejos como los dedos de mi madre que no me ha llamado en varios día.  Bendita mujer adorada a diario. 

Me ha cansada un poco la ciudad, su gente y su tránsito.  Es como meter una ballena en una lata de atún.  No en todos los lugares donde se lee México es México.  Hoy por ejemplo, México fue tu cochecito blanco y tus lunares con unas canciones raras en inglés que insistías en cantar.  Me reí de lado y me di cuenta que es un universo con todo y sus planetas lo que te debo.  

Canto mucho porque no tengo dinero para comprar una pistola que vaya directo hasta donde estás.  Me morí hace dos años y me devolvieron la vida hace como tres meses, me abandoné a la aventura porque eso es estar en un cuerpo de mujer con cerveza de chocolate entre los labios. 

Supe de lo grande de mi amor por ti cuando escribí un texto para tu persona jurídica y le quise tanto como tú.  Vaya maneras postmodernas de decirnos cuánto nos interesa alguien.   Hace algunos años tu abuelo se hubiera dado al fusilamiento en nombre de un amor.  ¡Vaya cosa! Yo nada más tengo diez dedos para tantas armas en mi país. 

Escribí esto porque me fue preciso hablar conmigo despacio mientras un libro me roba una mujer.  Son pocas las cervezas en el refri y muchos los recuerdos que soltó el torero.   El día que llegaste era octubre y ahora es noviembre y pronto será diciembre.  Pronto será otra vez octubre y querré besarte de nuevo.  No hablemos de tiempo que se me caen los ojos sobre el teclado.  Yo tengo mucho tiempo pero mi cuerpo tiene poco y en esta vida él es el que manda.  


Uso mucho el "que" porque no practico mi redacción y porque por qué no. 


viernes, 23 de noviembre de 2012

Perdóname

Te pido perdón.  A veces vuela más una paloma en una jaula que un colibrí en el cielo.  Eso me pasó sin ser paloma o apadiforme. No logré frenar mi deseo de ser ante tu dolor.  Reconozco, sé perder y poner tierra, mar, asfalto y flores de por medio cuando me dicen adiós.  Esta vez solo puse la casa, la luna, la noche, el encuentro, el deseo, las ganas enfrente.

Perdóname, no supe irme a tiempo, ni siquiera cuando me lo pediste a gritos saliendo por sus ojos.  Juro por Dios que te vi en sus manos, en su boca, entre sus piernas, en su cuello, y no paré.  Nunca dolió tanto el dolor ajeno como ahora el tuyo entre mis brazos.  Me amarré el deseo, pero si ni siquiera sé abrocharme los zapatos.  

Perdóname porque sé exactamente lo que te aguarda, yo ya fui allí:

La rabia en el ombligo por falta de aleación sobre sus glúteos. 
Los portarretratos sin su risa en Navidad.  
El silencio para demostrarle todo tu amor. 
El insomnio a las cinco de la tarde. 
Un invierno sin piernas de bufanda. 

Su falta. 

Su falta. 

Su falta. 

Perdóname a la dos de la mañana y a las once de la noche.  No sé guardar compostura si se trata de abrir alas. Porque hice de tu luna mi sol y de tu lluvia mi bañera.  Nunca he sido buena rogando amnistía, sin embargo, dame un beso antes de subirme a tu nao, prometo ponérselo en la frente y no contarte jamás cómo me fue.  Por amarle así perdóname. 

Tal vez -y sin quitarte algo- mi pecho será el mejor escudo que te ofreció la vida.  Cómo no quererte si me cuidaste el equipaje tanto tiempo.  Sabré quién eres tú sobre alguna calle.  Tú jamás sabrás quién soy aunque me escuches por el mundo.  Estamos en paz. 

Perdóname, porque mi canción favorita es la que más te hace llorar.

sábado, 10 de noviembre de 2012

A veces

A veces voy a llenar de tinta transparente las paredes en tu departamento.  Pondré millones de quejas mundiales sobre ellas y me tiraré a llorar al piso como ahora lo hago por dentro.  Te voy a estar amando. 

A veces voy a llegar tarde con disculpas en el borde de la lengua, el sabor de unas piernas distintas y las manos llenas con flores.  Te voy a estar amando. 

A veces caminaré despacio rogando a que tú corras debajo de un puente y te resguardes de mí.  Te voy a estar amando. 

A veces llenaré tu mundo de dioses mayas y colores púrpuras tus vestidos.  Te voy a estar amando. 

A veces dejaré sopa en el plato.  Te voy a estar amando. 

A veces me quedaré dormida en el borde de un orgasmo.  Te voy a estar amando. 

A veces me disculparé con textos parecidos a estos.  Te contaré que no soy nadie y me llamarás demente.  Te voy a estar amando. 

A veces mandaré dormir temprano mi guitarra y mis labios se cerrarán con silencio de arena.   Te voy a estar amando. 

A veces no querré amanecer en la misma cama.  Te voy a estar amando. 

A veces me volveré loca en mi propia inteligencia y me iré.  Te voy a estar amando. 

A veces no regresaré.  Sí, también te estaré amando, 

viernes, 2 de noviembre de 2012

Te amo

Esta mujer que ves aquí es lo único que tengo para darte.  Este revoltijo de carne y huesos soy yo.  Tengo solo dos manos y dos piernas.  Te amo con lo que soy.  Solamente eso.

jueves, 1 de noviembre de 2012

Prefiero digan que soy desempleada a traer una cara de cansancio y llenos los bolsillos de tarjetas bancarias.
No aguanto el olor del sepia porque me quita los colores amarillos.
Es verdad cuando digo: "Conozco más al mundo que a mis manos".
Cierto cuando canto y todo desaparece. 
El foco tiene más sueño que yo.


Mientras no dormía

Mi color favorito de la madrugada es el blanco.
Deberían hacer un café para los que no podemos beber café, sería un éxito en el mercado si dijera: este producto es nocivo para la salud.  Al mundo le gusta el drama y la tristeza, a mí también.  Será por eso que son las cinco de la mañana y no consigo.  También porque hace una semana un hombre quiso meter un balazo en mi cabeza.  De haberlo logrado este texto lo escribiría él y lo haría hablando con palabras masticadas ya por muchos.  Lástima, yo escribo el texto y él mete balas en otros cuerpos.

Mi sabor favorito de la madrugada es el fierro.
Hace tiempo amé a una mujer con cuerpo de puerta.  Todos podíamos entrar en ella.  Físicamente, todos.  A deshoras y a horas también.  Supongo que las únicas ventanas en su vida eran yo y su lengua.  Hasta que nos cerramos juntas en un beso.

Mi dolor favorito de la madrugada es el estómago.
Cómo extraño hacer el amor en Irlanda y eso que nunca he ido.  Dicen que los países donde hay mujeres irlandesas son buenos.  Méjico a veces tiene y a veces no.  No he mirado bien por debajo de las rodillas de algunas mujeres.

Mi sobre favorito de la madrugada son mis riñones.
No he encontrado la carta de despedida que me redactó una mujer antes de decirme se iba por el mundo a navegar en otros cuerpos.  Al único lugar sabido de visitas por ella fue a un lago cerca de mi casa donde el agua no fluye ni hace olas.  Vaya cosa, cómo se hacen de fama las putas que menos follan.

Mi olor favorito de la madrugada es el cigarrillo.
Bebo alcohol como si por cada trago me regalaran un pedazo de la casa donde vivo.  Amanece siempre igual: frío, cansado, muerto, liviano, fuerte y reversible.  El tiempo es un jodido libro que nadie sabe leer ni interpretar.  Ah, pero qué bonito es traerlo bajo el brazo presumiendo.  Morir  y despedir se parecen, las dos terminan en ir y son igual de dolorosas para el cobarde asesino del apego.

Mi canción favorita de la madrugada son las teclas de donde escribo.
La casa está más vacía que el pecho de mi ex mujer, no todos sabemos llenar ausencia, pero también es cierto que también para irse hay que saber hacerlo.  Ella no supo hacerlo y de repente se aparece bailando una danza turca sobre mi cabeza.  ¿Será que no cerré bien la puerta de entrada sino solo la de la salida? Da lo mismo.

Mi planeta favorito de la madrugada son sus pechos.
He escrito más canciones que obituarios.

Mi fachada favorita de la madrugada son mis gafas de aumento perdidas.

La manecilla al revés

El tiempo no regresa, las memorias sí. 

Cuando te conocí asumí las heridas bajo esas ojeras  Me imaginé un montón de besos en tu espalda y un sin par de cuchillos clavados sobre tu pecho.  Memoricé cada pliegue de tu piel para nunca dejarlo igual y así no sufrieras si alguna vez se me ocurriera buscar la salida de emergencia.  Perdóname, tuve que irme.  No podía seguir con los guantes blancos puestos siempre.  Necesité de tu abandono para sentir el mío sobre la farola de mis añoranzas.  

Supe que tus cortadas en la cara eran como machetazos marcados en muchas manos paseando por ahí.  Nunca supe a qué sabía tu desesperanza pues siempre te mantuviste fuerte ante la desdicha.  No, tampoco supe a qué saben tus lágrimas a menos fueran derramadas sobre mi pecho después de una sesión de sexo taciturna.  Es verdad, también son saladas, pero no vienen del mismo mar.  Ahógate hasta lavar tus culpas, me dijiste una noche.  Aún tengo los ojos secos.

Pudimos ser la historia más grande del mundo, y míranos ahora: nada.  

jueves, 25 de octubre de 2012

La flecha con hambre

Le dijeron que no podía clavar las manos en el cielo porque su peso era demasiado ligero para el viento.   Dijo entonces que tampoco podría quedarse en su ciudad porque su lengua era demasiada larga para el silencio.  Le dijeron que no podía quedarse porque su fe era muy grande para sus iglesias.  Dijo entonces que tampoco podría quedarse en su ciudad porque sus manos eran demasiado pequeñas para tanta injusticia y llanto. 

Tomó sus maletas y adornó con dientes la mezquindad de aquellos apresadores de sueños y voló. 

Voló noches enteras esperando saber a qué huele el cabello de las sirenas en el bosque.  No supo correr bajo el agua cuando vio a esos seres, mitad mujeres y mitad pescados.  Quedó en fascinación cuando de golpe pronunciaron: ¿tienes sueño? a lo que les contestó: no, tengo hambre.  Nosotras tenemos sed y vivimos en el agua, dijeron los seres.  Lo sé, les dijo ella, yo he vivido donde hay corazones y no hay amor.  He venido de donde hay hambre y no hay comida.  He llegado de donde hay sol y se usan gafas oscuras.  He venido de donde hay guerra pero no llega la paz.  He venido de donde hay medicinas pero solo hay muertos.  He venido de donde hay bocas pero no sonrisas. 

No hace falta me expliquen a qué hora sale la luna porque bajo el mar la sed hace enceguecer todo y no se distinguen los colores. Luchar contra los ciegos de corazón es como tener sed bajo el mar.  Así estamos en la Tierra también. 

La flecha continuó su viaje y nunca paró. 

miércoles, 24 de octubre de 2012

(...)

¿Cómo hago para olvidar a esa mujer?

Lo que se ama, amigo mío, no perece nunca. 

Lluvia

10:30 de la noche.  
Afuera llueve, adentro también. 


— ¿A dónde va?

— A morirme a algún lugar donde no le dé asco mi muerte. 

— Pero, Aurelio, afuera llueve.  No querrá morir de hipotermia cuando de lo que muere es de amor por mí. 

— No importa, solo quiero ser discreto cuando mi corazón deje de latir, Griselda. 

— ¡Momento, Aurelio! Me voy con usted. 

— No, Emilia.  Gracias.  Hoy quiero morir solo. 

— Déjelo, Emilia.  ¿Acaso no ve que este hombre está hecho una piltrafa?

— Si usted es una piltrafa, yo lo seré también. 

— Amable mujer pude encontrar en este lugar, pero no. En esta vida no, Emilia. 

— ¿Pero, por qué no?

— Porque afuera llueve, y porque en esta vida es Griselda y no usted la que mata mi olvido. 

— Vaya entonces, Aurelio, la lluvia lo está esperando. 

— Griselda,deje que el hombre salga sin paraguas.  A nosotras nos espera mojarnos acá adentro, con la desesperanza. 

— A los muertos el olvido nos provoca, pero no nos moja, Emilia. Váyase, Aurelio, antes de enamorarse más de mis heridas. 


martes, 23 de octubre de 2012

Baila


Las esferas del anuncio de coches.

Los ladrillos de tu departamento. 

La mujer vendiendo quesadillas. 

Mis moléculas cuando te tocan. 

El motor del refrigerador.

El dolor de muelas. 

Las luces del sol. 

La electricidad.

La licuadora.

Mi escalera.

Mi guitarra. 

Tus pecas.

La locura. 

La noche.

Tú. 

Yo. 


El mundo entero baila cuando hacemos el amor. 

Ella

Ella cree que el cielo es azul porque se le reflejó el mar en el vestido cuando tropezó con sus lágrimas.

Ella es una amante empedernida de las letras y los libros. 

Ella es admirada por el mundo. 

Ella es una sinvergüenza.

Ella es ella. 

Ella. 


Fracaso

Necesitaba sacarte de mi pecho y me acosté con todas las personas que se cruzaron en mi camino, y ahí, en el lugar más lejano del mundo seguí con un hervidero en el cuerpo mayor a dos planetas completamente desfragmentados: fracasé.

Necesitaba tanto sacarte de mi cuerpo y te vomité por los ojos en forma de lágrimas, y ahí, en el lugar menos colorido de este triste mundo seguí con las piernas rotas de tanto correr a buscarte: fracasé.

lunes, 22 de octubre de 2012

Me iré

Sí, acomodaré mi cabeza en una almohada desconocida pues ya no habrá más qué hacer.  Tengo que irme. Dicen que hierbamala nunca muere, pero yo siempre preferí la menta y hierbabuena en el té.  Aparte, necesito ir a echar raíces como lo hacen los árboles: en la tierra. Considero injusto dejar de usar la vida cuando el cuerpo se descompone, pero nada se le puede cambiar a una ley infinitamente -quiero creer- divina. 

Hice de esta tierra un mar de sentimientos y una hamaca de destierros.  Le mentí a quien se merecía la verdad y le dije la verdad a quien se merecía mi boca engañando.  Compré muchos casetes y los abandoné cuando llegaron los discos compactos.  Infortuné a mis vecinos con canciones hechas a las dos de la mañana y me desperté gritando por una ventana saludos sin respuestas.  Saludemos al mundo, nada nos cuesta.  Siempre he creído fervientemente en los abrazos a distancia porque desde los diecisiete años los he mandado, aunque a veces se equivoquen en el destinatario.  

Regalé jardines enteros de flores, nunca corté una.  Rompí corazones, el peor fue el mío, porque nunca supe cómo armarlo; supongo que sin la primera erre hubiera sido justo y suficiente.  Nunca aprendí a hablar un idioma completo porque me bastó la música, y esa justificación para no acordarme el miedo de irme a otro país a entenderlo, o de levantarme más temprano para terminar los cursos sabatinos en domingo.  Amé tanto a mi país que me urgieron sus dialectos en mis agendas y en mis cuadernos.  Nadie supo lo bien que los estudié y hablé. 

Estudié el principio de varias cosas, pero no el final porque los finales abiertos son los más felices.  Adorné muchos pinos de Navidad hasta que supe de dónde nacen los recuerdos.  Comí en muchos países y vomité solo en el mío: letras, hambre, amores.  Destendí muchas camas, pero compartí pocas veces mis sueños.  Levanté muchas faldas, pero me quedé a dormir en pocas de ellas.  Nunca aprendí a volar sin tenis puestos, jamás me imaginé una banqueta sin huaraches.  Tampoco aprendí a regresar a los lugares donde más me lastimaron, porque hay personas que aún no sé dónde encontrar.  

Herí mucho con palabras que después quise quemar en papel, arrojarlas con piedras, tirarlas al viento.  Fracasé.  Lloré solo en dos hombros, después olvidé la contraseña de mi pecho para mostrarme débil, triste y vulnerable.  Recibí muchos aplausos, unos obligados, otros sinceros, unos hastiados, otros fueron de pie.  Pero, la mayoría de las veces, las palmas no fueron de las manos esperadas en los grandes conciertos: los amados. 

Visité muchos enfermos y los vi morir con una melancolía caída de un árbol de manzanas en invierno.  Lo más melancólico es cuando vi muertos caminar por allí, ocupando el lugar de alguno de mis amigos enfermos con tantas ganas de correr el viento.  Nunca ahorré dinero, siempre me gasté todo lo que quise, también lo que no quise y también en lo que nunca pude comprar.  Cuidé mi cuerpo lo más que pude a pesar de todas las circunstancias.  Aprendí lo más posible, comprendí lo menos y recordé poco.  Leí cuanto libro se me puso enfrente, por eso no iba a las librerías, también por eso del dinero.  Escuché a Sabina y a José Alfredo como un intelectual Marxista leyendo a Borges. 

Me emborraché hasta creer estar enamorada del de al lado, después me desperté pensando en algún amor sin terminar dejado lejos.  Dormí poco porque era bien sabido por mis amigos el gran dicho: ¡Pierdo el tiempo en esa cama! ¿Qué tal si lo ganaba?  Nunca terminé de hacer maletas, jamás terminé de mudarme de ninguna ciudad; siempre regresé por algo o por alguien.  Me dio miedo Israel, por eso dije no a tomar un avión con ese destino.  Rechacé tres veces un anillo por miedo a caerme de ese mismo avión.  Quise mucho a varios hombres y a muchas mujeres.  

Me enamoré hasta quedarme sorda y ciega, porque la locura fue la única razón que encontré en el destino de los encontrados juntos.  Devoré cuerpos y firmé sentencia en ellos a pesar de verlos zarpar lejos.  No me salvé del mundo porque no se me dio la gana ser igual a todos. Leí muchas novelas, pero fueron más las que viví.  Saqué la cabeza por la ventanilla de algún coche muchas veces para saber a qué huelen las ciudades. 

Dejé que muchas mujeres me dijeran lo maravillosa que yo era, se desvelaran en mi boca y me hicieran el amor, pero nunca pregunté porque no podían quedarse conmigo.  Nunca dejé de creer en el amor aunque todos los amores me despidieran sin ponerme en sala de espera. Hubo quien quiso enseñarme todo el mundo y solo me enseñó el final.  Amé, siempre amé.  Amén, siempre amén.  Amen, siempre amen.  No aproveché bien el tiempo, pero conocí muy bien la dicha y el desamor que para esos los relojes nunca avanzan. 

Hice amigos y con una flor apuntando su sien los hice mis hermanos.  Los adoré hasta quedarme muda y sin manos.  A mis hermanos los volví con sonrisas mis amigos y los llevé al mar a juntar caracoles en la playa.  Nos adoramos todos en un secreto chiquito como las conchitas invisibles de Vallarta. Me aprendí cien canciones y se me olvidaron quinientas. 

Besé muchas bocas para poder besarla así a Ella.  Le escribí canciones, le hice el amor, la dejé cuando fue preciso se escuchara sola.  Le aventé besos por las mañanas, le enseñé mi ropa interior.  La invité a bailar, le puse el nombre de una ciudad de Europa, le escribí cartas y notas de amor.  Le tendí una trampa en mi casa para beber vino la noche entera, la tapé del frío.  Le conté el cuento del giraluna y me tendí a sus pies.  Le hablé del teatro de las casualidades, del 6 de septiembre, de México y París.  Le hice el amor a las cinco de la tarde, le compré un regalo, me quedé a dormir.  Le alenté en su arte, le mandé te quieros, le agarré el desaliento y le solté la locura.  La dejé tranquila cuando precisó abandonarme.  Le lloré a diario y le puse el nombre de todas las mujeres a Ella. La llamé cobarde y la mandé a Buenos Aires a que se fuera a dormir.  Tampoco le pregunté por qué no se quedaba conmigo.  

Me aprendí todas las capitales del mundo por si alguna noche despertaba lejos de mi patria amada.  Me levanté en armas cuando fue preciso, me fui a la guerra a perder algún pie, me senté en un banco que nunca fue mío, olí a sangre cañones de anís.  Leí a Bach y escuché a Hegel, será por eso que no los entendí.  Fumé tabaco y cosas raras.  Más de seis veces bebí café; más de seis veces decidí cambiar de decisión.  Treinta y dos veces intenté andar con la misma chica, las mismas veces me dijo no.  
Lloré muchos océanos porque ya tenía preparado el barco que estuve construyendo tantos años. 
Podría no dormir esta noche y seguir esta lista desordenada de cuantas cosas he hecho.  Pero, si no me detengo ahora, quizás no me detenga nunca, y la eternidad solo espera a los que no han vivido.  Y yo sí viví. 

Por 
supuesto 
que 
viví. 

Vi-ví.

V
i
v
  í. 





martes, 16 de octubre de 2012

Las reglas de mi casa

Esta es la casa donde vivo, no importa la fecha, hora o ubicación.  Estas son las reglas para vivir en ella:

1.- Aquí nadie deja de soñar con despertador.

2.- Nadie se va sin un beso en el cuerpo y otro en el alma.

3.- Aquí se llena el refrigerador con amigos y risas diarias.

4.- Nunca se debe llegar antes de vivir lo suficiente, ni irse antes de no haber vivido lo justo.

5.- Siempre debe de haber música, aunque se ausente la luz eléctrica.

6.- A los invitados se les hace el amor y se les descorcha una botella de vino.

7.- Aquí se permite hablar y se escucha. También se permite guardar silencio.

8.- En las macetas solo pueden sembrarse giralunas.

9.- Nunca se extraña porque siempre se está cerca de quienes son la casa. De los amigos, de la familia, de ti. 
10.- Las puertas y ventanas siempre están abiertas. Pero nunca da frío.

11.- Nunca, pero nunca, se va a la cama sin pedir perdón a quien se haya ofendido.

12.- El amor se sirve a todas horas y en toda la casa.

13.- Después de la pena, todos ayudan a lavar la losa y a secar las lágrimas.

14.- El rencor, el odio, la envidia, el celo, la avaricia, la hipocrecía y la pereza no están en la lista de invitados.
 15.- Los libros entran por la puerta de enfrente.

16.- Nunca se llega tarde a los cumpleaños.

17.- Cada quien siembra sus flores y se roba sus propios aguacates.

18.- Todos se acomiden. 

19.- Siempre se dan los buenos días, los malos se tiran a la basura.

20.- Aquí se vive.

sábado, 13 de octubre de 2012

martes, 9 de octubre de 2012

Desvelo

Hace casi un mes aprendí a desvelarme sin sentir sueño a la mañana siguiente en el trabajo.  
¿Que cómo hice tan tremenda hazaña? Me dispuse a querer sin horario.  
A la palabra "desvelo" le sobran dos letras: con la que inicia mi nombre y la quinta después de tu inicial, así entonces,  quedaría lo que a diario siento.  
D
e
s
e
 o. 


sábado, 6 de octubre de 2012

Duerme

Duerme.  Afuera todavía nos estamos amando. 

Despedida anunciada

Después de amarnos tanto -porque no le puedo poner otro nombre al revoltijo de colchas sobre la cama- te irás.  Acomodarás tu cabello de lado y partirás como soldado enviado a guerra sin fusiles en la bolsa.  

Es verdad que no hay arte sin herida, noche sin día, raspón sin herida, amigo sin brazos, café sin moler, amor sin despedida, ni yo sin guitarra.  

Pero, ¿ahora qué sigue? Seguramente abriré puertas y ventanas para echar por ellas todo tu olor y tus risas.  

Y entonces me faltará el aire -valor- para decirte: 

¿A 
dónde
te
 fuiste?
¿A 
caso
no 
ves
lo 
mucho
que 
has
hecho 
dentro 
de
este
pecho, 
mujer 
m
u
j
e
r?




Carta de amor en el metro San Joaquín

Naranja es la línea San Joaquín, como las hierbas hervidas y los colores en tu taza. 

     Te hablaré de amor pues fue el mejor oficio que me enseñó mi padre.  No sé más que lo reflejado en mis manos gastadas por tanto trabajo y tantos amores.  He hecho poco a comparación de lo que han hechos muchos a mi edad.  Suelo dormir pocas horas porque también tengo poca ropa y necesita ser remendada casi a diario.  Encontrarte bailando en mi azotea ha sido la música más maravillosa del mundo después de la lluvia y el mar.  Te veo grande, como los árboles de Tepoztlán.  También te veo callada y mística como los paisajes de Tlaquepaque.  

    No tengo mucho, pero tengo mi guitarra y eso llena las ausencias de cualquier corazón atolondrado.  Quiero hablarte de amor porque desde mi encuentro contigo, es la palabra que más pronuncio con alerta y desequilibrio. 

     Ya no sé a qué se parece el mar después de haber navegado entre tu cuerpo, ya no sé si se creó primero la playa o la idea de que bajases a la tierra convertida en mujer.  A veces canto con la boca abierta y el corazón cerrado.  Pero ahora, canto con las manos abiertas y el corazón despierto.  Camino con los pies torcidos para tropezarme si me das miedo y corra lejos de ti.   

     Toma todo el amor que quieras de mi cuerpo, hazlo caer en cenizas sobre todo el valle de Morelos.  Haz barquitos de papel maché y ponlos a navegar entre mis piernas.  Llena con mis canciones tus maletas.  Limpia con mis besos tus heridas.  Maldice con mi voz toda la música del mundo.  Honra con mi cuerpo tu venida.  Pinta con mis sábanas tus nubes y acuérdate de extrañarme más y temerme menos. 


     También en octubre nacen las flores y crecen los quereres.  También en otoño mi casa se siente primavera.  También en el miedo se tienen las ideas. También en otros besos se siente mi boca.  


Segundo vagón; primer asiento. 


El viaje

Salí de Tlaquepaque cargando un azadón de cuentos rotos pero bien remendados. El clima era tan pacífico que pensé en tu boca; olvidada por muchos guerrilleros perdidos en los años quince.
Después con mochila a espaldas tomé el primer tren carguero, sus luces a las seis de la mañana mancharon la divina encomienda de la que el sol es encargado: despertar.

A las siete con quince minutos, un hombre alto y áspero de cara me preguntó tu nombre. Imagino que mi cara era triste, porque si hubiera sido de preocupación, entonces me habría preguntado por mi madre. Le dije que te llamabas como recuerdos, que por eso me atormentaba el mundo conocido, sin embargo, no conozco otro. Selló mi boleto, miró de reojo mi carga y se alejó, como quien se aleja de un mal augurio; así.

Mi carga: un cielo azul cangrejo, así como suave y ardiente. Me acomodé la cara entre las rodillas y empecé a contar cuántas lágrimas se necesitaban para limpiar los huaraches sucios abrazados a mis pies. Trece, se necesitaron trece lágrimas y un suspiro para acomodar un mechón de pelo atrás de mi oreja y continuar el rumbo con los pies más limpios.




Una noche en el desierto conocí el mar

Una noche en el desierto, comprendí que el mar llega en forma de olas, de palabras, de personas.  De ti.



sábado, 29 de septiembre de 2012

Veinte

1.- Porque cuando lloras, llenas el amor de recuerdos y yo puedo mojarme los pies tristes con los que camino la tierra.

2.- Porque eres mar.

3.- Porque nunca llegas y siempre te quedas.

4.- Porque bailas en mi cabeza un vals que aún no se escribe.

5.- Porque amas.

6.- Porque no sabes.

7.- Porque te tengo pendiente.

8.- Porque escribes y describes y deconstruyes y cantas.  Y mojas.

9.- Porque a veces.

10.- Porque espero.

11.- Porque llamas.

12.- Porque incendias.

13.- Porque tú.

14.- Por qué tú.

15.- Por qué.

16.- Porque besas.

17.- Porque viajas.

18.- Porque huyes.

19.- Porque quieres.

20.- Porque así como me escribes te canto.

martes, 25 de septiembre de 2012

Carta a Marianela y sus zapatos


Otoño de hace cinco años; cuéntese de donde se cuente. 
Coyoacán, México

Extra Long Collar de  http://www.modeets.com/
Hace años, Marianela, que vivo respirando tu aire con sabor a vinos, libros, añoranzas viejas y cantos nuevos.  Hace tanto tiempo -cuando joven- que empecé a quererte.  Sí, cuando seguías las malas confianzas y dejabas de lado las buenas aventuras.  No, no es culpa de nadie que las estrellas estén cansadas de adornar el cielo.  Si yo abrigara a diario sueños que no son míos, seguramente, también me cansaría.  

¿Te acuerdas cuando tuvimos tanto amor que no cabía en nuestros cuerpos y entonces decidimos repartirlo en otros sin ser los nuestros? Sí, Marianela, yo también cometí errores con nombre de mujer.  Sin embargo, acá se te sigue diciendo amor; amor amor, amor amante, amor querido, amor destino, amor lejano, amor dejado, amor mío ven pronto, amor no tardes. 

Esta tarde lluviosa podría llenar de palabras a esas manos de mariposa que tienes pegadas a los brazos.  También podría hablarle a tus rodillas de molcajete nuevo y limpio.  Podría mencionar cada uno de los ojos que tienes en tu cuerpo; los verdes de tu cara con sabor a hierba, después los blancos y suaves de tus pies.  No sé cuáles me miran mejor cuando te hablo de amor.  

Pero no; hoy no.  Hoy le escribo a tus zapatos.  Me parece que no me han escuchado últimamente, siempre cuando pido cercanía se esconden bajo tu cama y acaban llevándote lejos de mí.  Marianela, ¿de qué número son tus sueños que cuando los calzas te quedan pequeños? A tu zapato izquierdo le puse "cerca" y a tu zapato derecho le puse "más cerca".  Espero que se pongan a jugar a ver quién gana unas carreras en el tiempo.  No importa quién lo haga, los dos acomodarán tu cabello de mar entre mis almohadas de humo taciturno.  

Marianela, una vez me cuestionaste sobre el mundo de la siguiente manera: ¿Acaso soy pobre porque nunca cambio de zapatos? A lo que te contesté: No, eres pobre porque nunca te cambias las alas.   Sí, yo también terminé extrañándote a las doce de la noche el día de tu cumpleaños.  Viajé contigo a Cuba, París, Buenos Aires, Lima, Monterrey, Saltillo, Yucatán.  Ahora te espero en Roma a la vuelta de una plaza; tus zapatos sabrán llegar sin que tu lengua diga nada dentro de tu boca. 

Marianela, no te vayas tan rápido de mi vida, mira que apenas van más de mil noches las pensadas contigo.  Marianela, te llevo en los collares de mi cuello, colgadita, pegadita al pecho como los santos de mi abuela muerta.  Marianela, yo soy tus zapatos, siempre sabré llegar a ti, siempre sabrás llegar a mí.  Ya no tardes, Marianela, acá eres el collar en mi cuello, el amor, la lejanía, la melancolía, el tiempo, la vida. 

Así entonces, dile a tus zapatos que soy yo quien los mueve cuando tus piernas sienten caerse de la desesperación por no saber dónde resguardarse de la mujer que traen pegada a la cintura.  Dile a tus zapatos que brinquen en los charcos para recordar cómo son las lágrimas de octubre cuando tú no llamas.  Dile a tus zapatos que se mantengan limpios por si se las maletas se deben preparar y emprender un viaje. 
Cuéntale a tus zapatos lo bien que se ven pisando la duela de mi casa. 

Marianela: conjunción exacta de dos que se siguen llamando amor; amor amor, amor amante, amor querido, amor destino, amor lejano, amor dejado, amor mío ven pronto, amor no tardes. 

Posdata:  Marianela, te llevo en los collares de mi cuello, colgadita, pegadita al pecho como los santos de mi abuela muerta.

Con todo su amor: 
Vidanie de Leones

martes, 22 de mayo de 2012

¿Cuándo contestas?

¿Qué le cuentas a Dios cuando le hablas de mí?

Son las dos de la madrugada: voy a resucitarte. 

Amarte no es nada grato, pasar horas de desvelo intentando saber cómo tu alrededor me cansó la dicha, me la multiplicó por tres y se echó al descaro, al escape, es desgastante.  Es verdad, nunca termino de llenarte el recuerdo con besos, ni de desdicha el asombro, ni de tristeza la sorpresa, ni de penumbra los nuevos amores.  Pero, ¿cómo desvelarse con Dios y no contarle de ti?  Amarte es como beber café distinto en la misma taza sin lavar.  Y siempre al pensar en ti me asaltan preguntas de las cuales tú tienes  respuestas y no me has querido dar:

 ¿Hasta dónde llegan las oraciones cuando se hacen con fe y lágrimas? ¿Acaso trascienden solo las sepsis sin curar? ¿Qué hace dios cuando no le cuento de ti? ¿Cuánta carne puede curar un doctor que se durmió en su guardia? ¿De qué color es mayo? ¿A qué sabe septiembre? ¿Si me caigo de rodillas por qué me duele los codos? ¿A cuántos kilómetros está mi corazón del tuyo? ¿Aún sigues oliendo a vainilla? ¿Cómo se entierra a alguien que no sabe que está muerto? ¿Siempre que aquí es de día, es de noche en Paris? ¿Con cuántos vasos de saliva se besa al mar? ¿Con qué colores se hace la noche? ¿A donde van las uñas que se rompen? ¿Duermes menos o más? ¿Por qué Sonora es tan terca? ¿Con qué morado se hacen las ojeras, con el de las uvas maduras o el de las peras podridas? ¿Te sigue doliendo la cintura después de hacer el amor? ¿A qué hora se mete el sol en tus pechos? ¿En dónde viven las hormigas que no se casan? ¿Cuántas tazas de café toma un bebé para mantenerse despierto en el trabajo? ¿El viento es verde o amarillo? ¿Para dónde camina el cangrejo cuando se arrepiente de algo? ¿Cómo son tus nuevas gafas? ¿Te amo o me amas? ¿Nos extrañas? ¿Aló? Come vai? Comment dormez-vous sans moi? ¿Cuántos años tiene el diablo?
¿Cuántas casas tiene marte? ¿Tu mamá se sigue llamando igual cuando engaña a tu padre? ¿El reloj del presidente a qué hora mata? ¿Cuántos son dos por dos si no tengo hermanos con quién compartir? ¿Con qué te mojas cuando no te lluevo? ¿Por qué Yucatán está tan lejos de la ciudad de México? ¿El cielo de los ciegos de qué color es? ¿Cómo se olvida tu cumpleaños? ¿Para qué compramos medicinas si nos vamos a morir? ¿Qué silencio está gritando tan fuerte en la azotea? ¿Por qué los patos no se ensucian en el lodo?
¿Los niños por qué no pueden emborracharse? ¿Eres feliz sin mí? ¿Por qué en lugar de practicar fútbol no hacen el amor? ¿Qué tiene Rusia que mi hermano buscó estar allá? ¿Los gallos reciben al sol o despiden a la luna? ¿Por qué no me buscas? ¿Por qué no compro ropa nueva? ¿A quién le agradezco tus ojos? ¿Por qué la guerra es con balas y no con flores? ¿Sabes contar hasta cien cuando no tienes trabajo? ¿Por qué los aviones son blancos si no comen alpiste? ¿Cómo se califica la tarea si la profesora no encuentra el bolígrafo? ¿Aún vas a comer con los abuelos los domingos? ¿Tienes frío cuando te hablan de mis canas? ¿Qué comiste hoy? ¿Porque lloran las palomas mensajeras? ¿Por qué pica la miel del sol en los ojos? ¿Por qué se murió mi perro y no mi abuelo? ¿Para qué sirven los timbres postales si no mandan besos? ¿Ya están las invitaciones para nuestro funeral? ¿Por qué manejas tan rápido si no vas a verme? ¿Quieres ser mi herida? ¿Cuánto cuesta un pan dulce en El Salvador? ¿Por qué los peces no se ahogan cuando bailan? ¿Para qué tienen alas los humanos si no las usan? ¿Ya me olvidaste? ¿A qué sabe el helado de coco en Alaska? ¿Por qué se comen los gusanos carne triste? ¿Para qué sirve el olvido?

Tanta incongruencia y deseo solo caben en quien de amor muere.  Pero cuando se resucita a los muertos y la avenida vuelve a ser circulada como un panteón con ruedas, vuelve a asustarme el sueño la misma pregunta entre tantas esas que no he podido resolver sin ti:  ¿Qué le cuentas a Dios cuando le hablas de mí?

domingo, 11 de marzo de 2012

Mujer-es [He visto mujeres]

He visto mujeres que no encuentran gloria, sino, soledad.
He visto mujeres que mueren como árbol de jardinería artificial.
He visto mujeres prostitutas que aún no han perdido su virginidad.
He visto mujeres cargadas de olvido y nunca llenan tinas con lágrimas.
He visto mujeres parecidas a barcos tristes: con anclas en muelles equivocados.

He visto mujeres canción.
He visto mujeres esquina.
He visto mujeres floreros.
He visto mujeres octubre.
He visto mujeres edificio.
He visto mujeres iglesia.
He visto mujeres abril.
He visto mujeres junio.
He visto mujeres mar.
He visto mujeres río.

He visto mujeres ruinas.

He visto mujeres bandera sin patria.
He visto mujeres desarmando el mundo.
He visto mujeres casadas con hombres solteros.
He visto mujeres con fusiles como libros y lengua.
He visto mujeres saliendo del mar, surcando el cielo.
He visto mujeres con la nariz blanca y el alma negra.
He visto mujeres que cuando mienten dicen la verdad.
He visto mujeres con los brazos mutilados y los pies enteros.
He visto mujeres gritando en oídos sordos para tener de comer.
He visto mujeres convertidas en dragones tragándose princesas.
He visto mujeres arrullando en sus brazos errores de su infancia.

He visto mujeres de cuerpos perfectos que no saben llorar frente a un espejo.
He visto mujeres cansadas de tanto esperar, y siguen esperando de pie el regreso de sus soldados.

He visto mujeres amantes.
He visto mujeres cargando su fe.
He visto mujeres amando mujeres.

Me faltan tantas mujeres de ver.

martes, 14 de febrero de 2012

Carta de amor [Promesas]

Debajo de un puente, 5:25 de la tarde.

Te entrego el habitante más herido de mi pecho, el tripulante más añejo de mi cuerpo para hacerte compañía, y aunque no sé cumplir promesas, te dicto una para dormirla debajo de tu almohada. Sé que pedir y hacer promesas es igual de absurdo como enseñarle a sumar margaritas a una flor, aun así, prometo mis manos para tu cuerpo y mis lágrimas para tus barcos de papel.

Te prometo la guitarra que aún no tengo pero que estoy ahorrando para hacerla cantarte antes de dormir.

Te prometo una habitación sin techo para ver las estrellas aparacerse en un cielo lluvioso amenazado si llegara a mojarte.

Te prometo hacerte el amor como no te lo hicieron aquella noche que querías saber cómo luce Dios sin maquillaje.

Te prometo mi ciudad en la tuya, para zarpar de allí a otros mundos donde también tenemos la misma historia.

Te prometo unos hijos con tus ojos y con mi voz.

Te prometo lluvia para lavar nuestros pecados y de vez en cuando nuestras ropas.

Te prometo libros viejos para acomodarlos en librero nuevo.

Te prometo peleas con fundamentos y reconciliaciones sin motivo.

Te prometo un cochecito donde puedas transportar tus sueños hasta su ejecución.

Te prometo risas para adornar tu cara, y lágrimas para curar tu alma.

Te prometo arte en las paredes y en los reproductores de la casa.

Te prometo no llamarte cuando necesites soledad, y un helado de vainilla para hacerte regresar.

Te prometo ausencia cuando quieras tiempo, y un reloj de manecillas para aprender a volar.

Te prometo mi amistad y mi cordura, mi ternura y mi locura.

Te prometo vino y aspirinas para poder irte a trabajar.

Te prometo besos en un sillón marrón.

Te prometo cartas en servilletas recordándote lo azul de nuestro amor.

Te prometo un paracaidas con lugar para dos.

Te prometo París en nuestra cama y una cama en París.

Te prometo una casita muy cerquita de algún mar.

Te prometo una mesita con lámpara de noche y un portarretrato con tu nombre y mis canciones.

Te prometo esperarte despierta y el amor hecho para cenar.

Y si llegaras a querer algo más; algo que te dure para siempre, te prometo mi vejez enamorada de la tuya.


domingo, 22 de enero de 2012

Soy

Últimamente se me ha dado la necesidad de recorrer carreteras como si fueran cuerpos en tiempos del cólera según mi Gabo. Gracias a esos contratos de exclusividad de amor me permití verme desnuda ante un espejo y advertir los ríos que cargo en la espalda, y así, darme cuenta lo que soy; lo que a veces soy, lo que a veces olvido, lo que a veces duele, lo que aveces pierdo.

Soy los collares que cargo en mi cuello como si fueran aforismos de algún amor pasado.
Soy la herida de mi brazo derecho; esa que me ha hecho no usar prendas de vestir que dejen ver más arriba de mi codo.
Soy una fotografía llena de tierra y telarañas que cuelga en la casa de mi abuela.
Soy el viento de Tlaquepaque y el tequila que derramo cuando ya no puedo cargar al alma.
Soy la risa del niño chimuelo que seca mis lágrimas con un chicle de cinco pesos.
Soy la tierra que pisan las indígenas que visten de colores llamativos y manchados de injusticia.
Soy mi garganta destrozada porque no la escuchan cuando habla de tristeza.
Soy Cabral enamorado de Manuela.
Soy Sabina con su Abelardo y su Eloísa.
Soy Silvio con su Cuba rota.
Soy la edad del tiempo en un reloj de arena.
Soy Andrés con la combi vieja de su patrón.
Soy la historia debajo de la cama de la casa que era mía.
Soy las cosas que no escuchas y la duda que no quieres resolver.
Soy el santo al que le reza mi madre y ese del que se esconde mi padre.
Soy la hermana de un hombre que enseña a una mujer a no perderse en una ciudad desconocida.
Soy la amante de unos ojos que nunca debieron dejar de mirarme.
Soy el espejo roto del baño de mis tíos, su fe y su sierra.
Soy la libertad perdida del esclavo que amó al gusano que le apretó las cadenas sin llave.
Soy la amiga de una mujer que murió asesinada y fue tirada en una carretera por un hombre al que aún no perdono.
Soy la que se fuma recuerdos para no tragárselos e indigestarse con ellos.
Soy la hermana de otro hombre el cual no deja que una mujer se pierda en su propio cuerpo.
Soy la exnovia de una loca que usa acento, punto y coma como si fuera un conejo detrás de un tractor.
Soy quien viaja porque no encuentra otra manera de curarse las penas.
Soy las deudas de mis viejos que cada vez me hacen más lamentosa la estadía sobre sus canas.
Soy la canción que aún no termino porque esa mujer todavía no está conmigo.
Soy la que mueve las estrellas cuando arranca una flor.
Soy la que no teme a quedarse bajo un río para que le fluyan las ideas acompañadas de licor.
Soy el mundo que gira cuando en Tlayacapan la banda me guía el camino.
Soy la que baila en Saltillo para irse a enamorar a Monterrey.
Soy quien elige siempre salvar a su hermano.
Soy quien decide siempre salvar a su amigo.
Soy quien besa con los ojos cerrados para imaginar que la besan igual.
Soy quien no puede dar consejos porque hace falta tener los dedos más añejos.
Soy quien a una mujer no olvida por el escenario perdido.
Soy nieta de una mujer de pequeñas manos, grandes pechos, pocos amigos, y muchos recuerdos.
Soy una oración que va camino al cielo.
Soy la iglesia a la que nunca entro.
Soy el hotel que sostiene mi cuerpo y no tiene estrellas.
Soy Coyoacán sin los colores un veinte de enero.
Soy las ojeras de mi madre.
Soy lo blanco de la cabeza de mi padre.
Soy la hermana de dos hombres; uno que se cura las heridas tomando fotografías y otro que se lame las cicatrices en la ciudad de México. Los dos bellos por igual. Los dos amados a tiempo.
Soy la profesora de un montón de adolescentes a los que no puedo explicarles el mundo, pero si los puedo hacer soñar.
Soy las trenzas de mi sobrina chamagosa; su sal y su barro en las mejillas.
Soy la nostalgia de mi abuelo al que nunca conocí.
Soy el canto de los pájaros muertos en alguna revolución.
Soy mi pie plano y el cansancio de mis pies.
Soy la que no se cree los halagos de la gente.
Soy el mar amarillo a través de mis gafas de sol.
Soy París sin ti.
Soy un puente.
Soy un libro.
Soy Alicia.
Soy España.
Soy México.
Soy vino.
Soy agua.
Soy perro.
Soy gato.
Soy esas enaguas ensangrentas que fecundan niños para limpiar lágrimas con chicles de cinco pesos.

Soy todo, menos lo que tu corazón mastica.

sábado, 14 de enero de 2012

Lázaro

Mira, me encontré una carta en nuestro buzón:

Anoche me acomodaste el cabello del lado distinto, me bañaste la frente de besos y derretiste una frase entre mis labios "quiero ser de ti muchos años más". La noche transcurrió libre de ropas. Se llenó de estrellas tu espalda y así, pude tocarlas transformadas en lunares y pecas. Eres de otro color cuando estás desnuda.

A la mañana siguiente te preparé el desayuno como siempre; como si mi vaso de leche trajera pedazos de ti, como si tu taza de café me trajera envuelta en ella. Lázaro sigue desesperado por encontrar pareja; por lo regular dices que no has tenido tiempo de ir a la tienda de mascotas a preguntar por una; y yo, besando tus manos te contesté que llevas meses diciendo eso. Tú me besaste despacito en la boca articulando que sería el próximo sábado.

Valeria nuestra hija perdió su primer diente cuando jugaba con Ana y Ricardo; sí, los hijos de los vecinos nuestros mejores amigos. ¿Recuerdas cuando estabas en desacuerdo en que Vale jugara con unos completos desconocidos?, entonces hiciste una reunión en casa para conocer a los del departamente de enfrente. Sí, yo también quería que se fueran a las once para entonces hacernos el amor hasta las seis de la mañana. Y nos lo hicimos, y nos deshicimos el cuerpo, pero solo de dos a cuatro porque bebimos demasiado ron.

Hoy es jueves, tu madre llamó para preguntar si vamos a ir a la comida de los abuelos, le contesté que llevaríamos el pastel que mejor te sale; sí, le dije que lo compraríamos. Después de colgar llegaste feliz, contando lo mucho que odias el trabajo y lo bien que finges diplomacia ante tus jefes. Sí, también dijiste que renunciarías como hace meses.

Me platicaste de Virginia, la nueva secretaria guapa que te coquetea descaradamente cuando vas por café, lo bien que te atiende, y también, la mala ortografía de la cual es portadora. Yo sonrío levemente y te cuento del nuevo texto que escribí, de cómo te retrato en él, de cómo te odio en las letras, y de cómo te amo en nuestra cama. También te doy los boletos adquiridos a tus espaldas y pagados con tu tarjeta para asistir al concierto del grupo que tanto gustas.

Fuimos a dormir después de besarnos largas jornadas en la cocina pero, te confieso que hoy viernes madrugada tengo frío. Era como si la manta que nos tapa de pies a cabeza tuviera un hoyo en la parte del pecho, traté de abrazarte pero me derrumbó el sueño antes de pasar mi brazo por tu espalda.

Ya vuelve a ser de mañana, acabo de comprar un jarrón maravilloso para nuestra sala. Valeria juega con Lázaro mientras preparo el pegamente especial para artesanías. Virgina sigue pensando que eres la persona más sensual que han conocido sus ojos: comparto su idea. Ricardo y Ana cuidan de sus hijos como guerreros sacados de algún cuento mitológico. Yo aquí espero a terminar de trabajar para llegar a quitarme los zapatos despacito (como una canción que nos gusta) a la orilla de tus pies. Todo lo anterior lo añoro para correr a abrazarte porque siento frío, todo eso para que hundas tu cabeza entre mi pecho y nos deshagamos del cuerpo para hacernos el amor.

P.D. Llevas mañana a Lázaro al veterinario. Te amo.

Mira, revisé el cuadro de metal para darme cuenta que no era una carta sino la historia que aún no vivimos y aquí está esperando para cuando nos decidamos a meter la carta al buzón.

lunes, 9 de enero de 2012

De la vida sé poco, de ti no sé nada, de mí lo sé todo.

De la vida sé cuánto cobra el metro de la ciudad de México y cuánto necesito para no transportme en él. Una vez cuando niña, aprendí a curarme los raspones solo con agua y con jabón, no con esos líquidos morados o de proceder dudoso que te ponen los padres o las enfermeras en algún centro de salud.

De la vida sé dónde debo de pararme para que el frío no me pegue la cara y así no se me arañen las ojeras que traigo casi hasta el piso. Cuando contaba con 16 años vividos aprendí que no puedes besar al novio de tu mejor amiga porque después ella besará al tuyo.

Sé también que se necesitan más de diez años para tocar cualquier instrumento musical, y que después de eso puedes conquistar cualquier chica sabiéndole mirar mientras luchas con algunas cuerdas entre los dedos. Hace poco aprendí que es muy peligroso hacer el amor con alguien que trae el corazón roto porque te puedes cortar con los pedazos y, no podría curarme con agua y jabón.

Aprendí que los colores en la lavadora no se mezcla porque puedes echar a perder algún vestido, en el amor suele pasar lo mismo, solo que aquí, se echa a perder el cuerpo; se hace cansado, pesado, se desorbita de una manera feróz, no logras más que acabarte los recuerdos.

De la vida sé que si me tomo una botella de ron, no sabré lo que hice la noche anterior, pero sí sabré que el dolor de cabeza es insoportable, que dos aspirinas no lo curan, y que todo sabe diferente.

No sé nada de la vida, como tampoco sé nada de ti. No sé a dónde camino, no sé a dónte tú vas. Sin embargo sé que el cielo nublado me recuerda tu corte de cabello, que los parques vacíos me recuerdan tu casa, y que las carreteras en la madrugada me hacen oler tu espalda. No sé nada de ti, pero, sí sé todo de mí.

Sé tanto de mí que me pongo triste porque saberte a ti es mirarse al espejo y verme sin tu presencia.

De la vida sé esperar de enero a enero para llamarte mía y llorar porque mi espejo solo me ve a mí a diario.

De la vida no sé nada, de ti se poco, de mí se todo.