jueves, 25 de octubre de 2012

La flecha con hambre

Le dijeron que no podía clavar las manos en el cielo porque su peso era demasiado ligero para el viento.   Dijo entonces que tampoco podría quedarse en su ciudad porque su lengua era demasiada larga para el silencio.  Le dijeron que no podía quedarse porque su fe era muy grande para sus iglesias.  Dijo entonces que tampoco podría quedarse en su ciudad porque sus manos eran demasiado pequeñas para tanta injusticia y llanto. 

Tomó sus maletas y adornó con dientes la mezquindad de aquellos apresadores de sueños y voló. 

Voló noches enteras esperando saber a qué huele el cabello de las sirenas en el bosque.  No supo correr bajo el agua cuando vio a esos seres, mitad mujeres y mitad pescados.  Quedó en fascinación cuando de golpe pronunciaron: ¿tienes sueño? a lo que les contestó: no, tengo hambre.  Nosotras tenemos sed y vivimos en el agua, dijeron los seres.  Lo sé, les dijo ella, yo he vivido donde hay corazones y no hay amor.  He venido de donde hay hambre y no hay comida.  He llegado de donde hay sol y se usan gafas oscuras.  He venido de donde hay guerra pero no llega la paz.  He venido de donde hay medicinas pero solo hay muertos.  He venido de donde hay bocas pero no sonrisas. 

No hace falta me expliquen a qué hora sale la luna porque bajo el mar la sed hace enceguecer todo y no se distinguen los colores. Luchar contra los ciegos de corazón es como tener sed bajo el mar.  Así estamos en la Tierra también. 

La flecha continuó su viaje y nunca paró. 

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