jueves, 1 de noviembre de 2012

La manecilla al revés

El tiempo no regresa, las memorias sí. 

Cuando te conocí asumí las heridas bajo esas ojeras  Me imaginé un montón de besos en tu espalda y un sin par de cuchillos clavados sobre tu pecho.  Memoricé cada pliegue de tu piel para nunca dejarlo igual y así no sufrieras si alguna vez se me ocurriera buscar la salida de emergencia.  Perdóname, tuve que irme.  No podía seguir con los guantes blancos puestos siempre.  Necesité de tu abandono para sentir el mío sobre la farola de mis añoranzas.  

Supe que tus cortadas en la cara eran como machetazos marcados en muchas manos paseando por ahí.  Nunca supe a qué sabía tu desesperanza pues siempre te mantuviste fuerte ante la desdicha.  No, tampoco supe a qué saben tus lágrimas a menos fueran derramadas sobre mi pecho después de una sesión de sexo taciturna.  Es verdad, también son saladas, pero no vienen del mismo mar.  Ahógate hasta lavar tus culpas, me dijiste una noche.  Aún tengo los ojos secos.

Pudimos ser la historia más grande del mundo, y míranos ahora: nada.  

No hay comentarios:

Publicar un comentario