martes, 25 de diciembre de 2012

¿Y ahora?

Ya tomaste con tu mano izquierda la taza de la derecha de tu madre.  No supiste qué color de vestido elegir y te guiaste por los colores antiguos en tu gusto.  Abrochaste cadaYa uno de los botones de tu pecho y te lanzaste a recibir una alegría más llena de penas.  La familia se junta a tu al rededor mientras no te duele en qué otro sitio se encuentran los que no se encuentran a sí mismos.  Lloras riéndote.  

Afuera son las diez de la noche y dentro de ti son las falta de libertad.  El mundo gira y gira y vuelve a girar.  Los problemas que un día tuviste de frente ya están del otro lado donde no les ves la cara.  Piensas que el cielo es negro porque siempre lo has visto de noche.  ¡Vaya cosa! No sabes leer al revés porque siempre has hecho las cosas derecho.  Te felicito, acá todavía sigo pensando en ti. 

Ya casi son las once y aún te preguntas qué harás con lo que te resta del año: nada.  No, nunca has hecho nada en realidad.  Los trabajos, los sueldos, los gasolinazos, los domingos, el recreo, la hora de salida, las comidas, las cenas, las carreras, los semáforos, los desayunos, el desquibre, la soledad, los amores, las flores, los extraños, los advenedizos, los cantos, las guitarras.  Todo, exactamente todo te resulta igual.  ¿A qué hora vas a dejar de construir puertas cuando puedes salir por las ventanas? No se trata de soledad, se trata de andar y dirigir.  

Cuando te entreguen el premio a la mejor empleada, a la más joven, a la más inteligente de tu clase, al más íntegro, al más honrado y honesto (que no es lo mismo, lo separa lo sexual), a la más mojigata y cursi, al más inverosímil y diestro, a la mejor profesora, al mejor dictador y al peor distribuidor de tristeza, al mayor traficante de puntualidad, al doctor en artes y contador de minutos por segundo anual.  Cuando te entreguen el trofeo al mejor hijo de puta del mundo, a la mejor vengadora de los destinos rotos te preguntarás: ¿Y ahora?

Sí, ¡Ahora! Y ahora cuándo caminarás descalza por el mundo, cuándo las borracheras entre semana, cuándo los días sin trabajo con descanso de nubes.  A cuántos kilómetros del suelo quedan las irresponsabilidades hermosas y deseadas por todos.  Cómo le digo a la mujer o al hombre de mi vida que lo dejé pasar para no llegar tarde.  A qué hora abre el expendio de dichas olvidadas y deseos reprimidos.  Cómo llego a los labios que por distancia no me atreví a besar.   Y ahora cuándo acamparé en el norte sin pasar por el sur.  A dónde iré cuando quiera llenarme las manos de barro sin temor a ensuciarme la ropa de trabajo.  Cuándo, cuándo, cuándo hablaré de amor en lugar de proyectos para llenar de dinero a otros.

Te has llenado la vida de puntitas por temor a pisar el mundo y darte cuenta de cuánto te has perdido.  Es más bello el pasto, la tierra, la playa y el viento que el azulejo de un corporativo.  Es más bello un globo en el aire que mil sin inflar.  Son más bellos los peces en un río que un pescado en un plato de un lujoso restaurante.  Es más bello el reflejo de tu cara en el espejo de la lluvia que en uno de algún cristal recién pulido. La soledad se saborea mejor en el desierto que en un mar de gente. 

Sí.  ¿Y ahora, cuándo voy a vivir?  ¿Y ahora cuándo vas a vivir? 

¿Y ahora?.. 

jueves, 6 de diciembre de 2012

Llorar

Han sido muchos los motivos por los cuales he llorado.  El día de mi nacimiento recuerdo decir al doctor: "No llora".  ¡Carajo! ¿Cómo que no lloro? Lancé un grito aturdidor -porque qué nacimiento no aturde al mundo- que logró escucharse por toda la sala.  

Después de ese día lloré.  Porque llorar es un acto de fe a la vida.  

He encontrado -después de tanto tiempo- muchas formas de llorar.  En ocasiones lloro con lágrimas secas en forma de sombrero con lluvia. Otras tantas las hago en forma de olas de mar con arena de desierto.   He llorado de cabeza para ver si se me regresan las gotas a los ojos y fracaso.  He llorado con la ventanilla del coche abierta mientras mi pie derecho se apega al acelerador: fracaso.  He llorado caminando para ver si con las lágrimas riego el campo seco de mis abuelos y nada.  He llorado en el pecho de una mujer para ver si entiende el dolor del mío.  He llorado de alegría cuando me peiné como toda una parisina para la fiesta de graduación.  Después lloré de tristeza con el peinado deshecho y el corazón desacogido.  He llorado de vergüenza al no saber cómo callar las lágrimas en público.  He llorado frente al espejo para abandonarme al conocimiento propio y llamé a los bomberos para terminar con un incendio interno.  Lloré la primera bicicleta robada y el primer amigo muerto.  Los dos me causaron el mismo dolor, no recuerdo uno mayor al otro.  Lloré cuando a mi hermano le pisaron sus piecitos descalzos en algún juego infantil.  Lloré cuando los pies de mi hermano se calzaron y volaron lejos.  He llorado con los ojos abiertos y los puños cerrados.  Lloré con la nariz tapada y sangre en la garganta.  Lloré cuando gané el primer lugar de canto en un pueblito.  Lloré cuando perdí el último lugar de la víbora de la mar porque necesitaba adrenalina.  He llorado con un orgasmo y con un amor despacio.  He llorado la luna y el sol.  He llorado la ausencia y la traición.  He llorado hombres y mujeres.  Una vez lloré perdida en una ciudad que no era la mía, también lloré unos ojos por la misma razón.  No he conocido persona más asidua al llanto que yo.  Somos recipientes de lágrimas, solo que algunos los paseamos vacíos por el mundo.  El mío sigue casi lleno, como si se llenara con cada noticia del noticiario de las siete.   Es cierto, llorar nunca le hizo mal a nadie, pero tampoco creo que con el llanto se limpie el alma; porque yo todavía la siento muy sucia.  Donde muchos ven dolor otros vemos cielo y palmas. 

Llorar, como si fuera necesaria el agua para dar vida a un humano.  Deberíamos llorar más seguido.  Llorar las puertas y las ventanas.  Llorar las guitarras descuerdadas y las olvido.  Llorar el llanto.  Llorar los amos y los desamores.  Llorar los barcos y los faros descompuestos.  Llorar con ojos y sin ellos.  Llorar las cosas del pasado.  Llorar la incertidumbre.  Llorar las risas.  Llorar los cuentos y los recuerdos.  Llorar la naranja mal pelada y el tren no tomado.  Llorar los vinos y los amigos.  Llorar el tiempo y los relojes sin manecillas apagados.  Llorar farolas.  Llorar los besos.  Llorar los presos.  Llorar la mandolina del capitán militar.  Llorar el campo.  Llorar la vida.  Llorar, llorar.  Llorar. 


Deberíamos llorar más seguido. 

Déjanos

Déjanos ir temprano en la mañana; es más, déjanos ir ya, de golpe.

Me extraña estar pidiendo esto cuando más quise estadía.  Ya no quiero jueves y domingos pensando en tus lentes de contacto, ni tus acertijos de escritores vagos latinoamericanos. 

Pude amarte eternamente, pero te dedicaste a destruir el mundo.  Era como si pasaramos de enero a julio en un solo beso y después me instalaras en septiembre esperando sucedernos.  Fui tan cortés en nuestro amor que para ti la única bandera fue la guerra.  No importa de qué color es la paz, nunca tuve la mezcla perfecta de colores para hacerla, ni papel de china suficiente para hacerte globos y volar.  Nunca fui suficiente.  No importa cuánto llorara, nunca llené el mar. 

Déjanos en un rincón del mundo, donde se empolvan los buenos amores, donde se entierran y esperan el juicio de la humanidad.  Cuántos muertos tiene el mundo que de nosotros no se enterará.  No pienses en cuántos corazones has tirado en carreteras, ni cuántos orgasmos se llevó la noche entre las piernas.  Que no te azoten caballos de agua las arenas.  Acuérdate: soy fuerte, tengo el pecho de piedra y la piedra es de algodón.  No prendas incendios donde no hay bosques a menos que necesites la luz del sol sobre la noche.   Siéntate y descansa si quieres, pero déjanos ir. 

Déjanos ir aunque sea tarde.  Porque hemos estado en la misma ciudad, pero en diferentes mundos.