jueves, 6 de diciembre de 2012

Llorar

Han sido muchos los motivos por los cuales he llorado.  El día de mi nacimiento recuerdo decir al doctor: "No llora".  ¡Carajo! ¿Cómo que no lloro? Lancé un grito aturdidor -porque qué nacimiento no aturde al mundo- que logró escucharse por toda la sala.  

Después de ese día lloré.  Porque llorar es un acto de fe a la vida.  

He encontrado -después de tanto tiempo- muchas formas de llorar.  En ocasiones lloro con lágrimas secas en forma de sombrero con lluvia. Otras tantas las hago en forma de olas de mar con arena de desierto.   He llorado de cabeza para ver si se me regresan las gotas a los ojos y fracaso.  He llorado con la ventanilla del coche abierta mientras mi pie derecho se apega al acelerador: fracaso.  He llorado caminando para ver si con las lágrimas riego el campo seco de mis abuelos y nada.  He llorado en el pecho de una mujer para ver si entiende el dolor del mío.  He llorado de alegría cuando me peiné como toda una parisina para la fiesta de graduación.  Después lloré de tristeza con el peinado deshecho y el corazón desacogido.  He llorado de vergüenza al no saber cómo callar las lágrimas en público.  He llorado frente al espejo para abandonarme al conocimiento propio y llamé a los bomberos para terminar con un incendio interno.  Lloré la primera bicicleta robada y el primer amigo muerto.  Los dos me causaron el mismo dolor, no recuerdo uno mayor al otro.  Lloré cuando a mi hermano le pisaron sus piecitos descalzos en algún juego infantil.  Lloré cuando los pies de mi hermano se calzaron y volaron lejos.  He llorado con los ojos abiertos y los puños cerrados.  Lloré con la nariz tapada y sangre en la garganta.  Lloré cuando gané el primer lugar de canto en un pueblito.  Lloré cuando perdí el último lugar de la víbora de la mar porque necesitaba adrenalina.  He llorado con un orgasmo y con un amor despacio.  He llorado la luna y el sol.  He llorado la ausencia y la traición.  He llorado hombres y mujeres.  Una vez lloré perdida en una ciudad que no era la mía, también lloré unos ojos por la misma razón.  No he conocido persona más asidua al llanto que yo.  Somos recipientes de lágrimas, solo que algunos los paseamos vacíos por el mundo.  El mío sigue casi lleno, como si se llenara con cada noticia del noticiario de las siete.   Es cierto, llorar nunca le hizo mal a nadie, pero tampoco creo que con el llanto se limpie el alma; porque yo todavía la siento muy sucia.  Donde muchos ven dolor otros vemos cielo y palmas. 

Llorar, como si fuera necesaria el agua para dar vida a un humano.  Deberíamos llorar más seguido.  Llorar las puertas y las ventanas.  Llorar las guitarras descuerdadas y las olvido.  Llorar el llanto.  Llorar los amos y los desamores.  Llorar los barcos y los faros descompuestos.  Llorar con ojos y sin ellos.  Llorar las cosas del pasado.  Llorar la incertidumbre.  Llorar las risas.  Llorar los cuentos y los recuerdos.  Llorar la naranja mal pelada y el tren no tomado.  Llorar los vinos y los amigos.  Llorar el tiempo y los relojes sin manecillas apagados.  Llorar farolas.  Llorar los besos.  Llorar los presos.  Llorar la mandolina del capitán militar.  Llorar el campo.  Llorar la vida.  Llorar, llorar.  Llorar. 


Deberíamos llorar más seguido. 

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