martes, 10 de diciembre de 2013

Quise

Quise cometer muchos pecados, pero no encontré en mi agenda tu número telefónico.  
Quise romper en llanto por tu ausencia pero, ya son muchas las inundaciones que afectan a mi país. 
Quise decirte que te extraño y que no hace falta que pienses en mí, y para esto, no encontré un pero. 
Quise callar a Buika mientras la escucho cantar "No habrá nadie en el mundo" pero, no; no habrá nadie en el mundo. 
Quise secarme los gritos silenciosos a mi guitarra, sin embargo, solo conseguí una cuerda reventada sobre mi cara. 
Quise darte todas las flores del mundo, y recordé que los floreros más tristes son los que guardan recuerdos. 
Quise amontonar todas las olas del mar en tu cabello pero, no sé respirar bajo del agua. 
Quise quemar tus cartas y echarlas a volar al viento del olvido.  No lo hice.
Quise hacer ruinas todos los castillos, pero me enamoré de las heridas. 
Quise recortar pájaros del cielo y amarrarlos a mis tenis viejos para volar lejos pero, no supe con qué aguja destruir el nido. 
Quise correr cuando mis pies ya estaban descansando, y, entonces, me volví a borrar la sangre de las rodillas.
Quise unirme al grito de mi país; a su dolor de niño, a su dolor de madre olvidada, a su dolor de padre abandonado, a su dolor de viejo perdido.  Me faltó valor. 
Quise platicar con la niña del espejo; con la de las ojeras grandes; la de los ojos chicos; la del pasado.  No logré que se quedara a jugar conmigo esa niña, ahora le parezco aburrida y preocupada.  Ahora le parezco una persona adulta, y eso me hizo querer más que nunca no olvidar. 

Quise.
          Quise.
                    Quise.
                             Quise.

jueves, 5 de diciembre de 2013

Ángeles

Hace algunos años -porque ya puedo darme el lujo de decir "hace algunos años"- conocí a una mujer de estatura pequeña y sueños altos.  Empezamos estudiando una carrera que ninguna de las dos ejerció a manera profesional, pero sé que a manera de espiritual, las dos la llevamos a cabo; ella se dedicó a la docencia con niños y yo me dediqué a la música, a fin de cuentas nos dedicamos a lo mismo.  

Hoy me acordé de ella por el aire de las siete de la mañana, hace poco me dijo que sentía el corazón desolado y lo sentí también.  

No sé por qué tendrás el corazón desolado, pero apoya abrazo en mi abrazo y sigamos.  Aún tengo cada carta tuya, cada palabra; muchas de ellas se me olvidaron con el tiempo, y otras tantas, las tengo muy presentes como si las hubieras mandado hace unos minutos.  Sentémonos entonces a descansar en el pasto a ver bailar las nubes tratando de tapar al sol.  No hay dolor que no se cure mirando al cielo.  No hay dolor que no se sane con agua de arriba, o con agua que viene de adentro. 
No hay dolor que no se calme con la mirada de un buen amigo.  Ten entonces mis palabras para que aunque sea un poquito, te acompañe el corazón.  Después de todo, solo somos dos locas que tratan de comprender y arreglar el mundo... 

Ya está completo de nuevo mi corazón.  ¿Y el tuyo? 


jueves, 7 de noviembre de 2013

Respiras

Respiras y el universo respira junto contigo; levantas planetas en el borde de tus pestañas.  Otra vez me despierto a las tres de la mañana para poner mis ojos en el techo donde las estrellas juegan a ser amantes secretas de algún planeta melancólico con dolor de cabeza.  Me ha quedado claro que en ocasiones, las alteraciones físicas de la Tierra duermen bajo tus codos y, entonces, quisiera toparme con todos los mares del camino para encontrarme contigo.  Tengo dos montones de maletas llenas de recuerdos, pero de esos que nunca se van para que nunca tengas que regresar, por todo eso, me pinto un te quiero en el borde de mis uñas, porque te quiero, así, simple; eterno.


martes, 15 de octubre de 2013

Héctor

Los encuentros que el universo nos empuja a dar, nos hacen desprender partículas de nosotros cuando entramos en contacto con la atmósfera: el cabello, los ojos, el alma, las uñas, etcétera.  Todas las cosas que se desprenden de nosotros, se riegan en diferentes partes de la tierra, del tiempo y la casualidad.  Es ahí  cuando el amor y lo inexplicable le explican a la ciencia cómo suceden las cosas; las que te hacen doblar las rodillas y creer en otras vidas.

Yo supe de las otras vidas y su escepticismo cuando te encontré.
No sé porqué tardaste tanto, porque seguramente las arrugas de mis recuerdos ya se iban a romper.  No sé porqué llegaste en esta duración de tiempo, pero sé que venimos porque era insoportable el lugar en donde nos despedimos la última vez.  Las heridas esta vez las traíamos en los ojos, porque no vernos en cuanto vimos luz es de ciegos.  Recuerdo que la vez antepasada, o creo que era la pasada, las heridas la traíamos en la garganta, porque no pudimos decirnos adiós; pero nos teníamos en las palmas. Una medianoche llegué y te besé de puntitas mientras tú dormías.  Te prometí estar contigo siempre, te prometí volvernos a ver.  

Por eso, cuando te vi en aquella con nombre de ciudad alemana, no dudé en tocar tu hombre y decirte: "Te traje de nuestra otra vida una carta que ya no alcanzaste a leer por el disparo que ese día te dieron".

La carta dice así:

Héktór mi amor:
Hoy es un día maravillo porque se cumplen ya muchos años juntos: han sido los mejores de mi vida, me enamoré como los recuerdos de su patria.  Héktór, te amo, no sabes qué feliz me hace verte todos los días levantarte de la cama como si la guerra aún no hubiera terminado, con los ojos rojos y el cabello blanco de casas cayendo para volver a hacernos de la reforma protestante.  El día que fuimos ver cantar a Crazy Blue fue cuando nos dimos nuestro segundo primer beso.  Cómo bailamos esa noche.  Cuando pasó lo de la US me aterré de pensar que volvería a perderte para que fueras a luchar una batalla extranjera.  Héktór cómo te amo. Luego cuando fue la muerte de Lósif, te encerraste en el cuarto y escribiste noticias a muchas partes del país para decir lo que tú pensabas.  A mí me dejaste de lado un rato porque la política y la literatura se te montaron a los hombros.  Pero se te pasaron las ganas del "Viva" y preferiste "Vivir" conmigo: no fuiste a la Revolución.  Gracias, Héktór, qué hubiera hecho todos estos años sin ti. Luego cuando salió en los diarios que muchos americanos se estaban tirando de los edificios porque habían quedado en quiebra, tú te quisiste tirar de la cama como si no fuéramos a poner el quiebra los huesos, ¿recuerdas cuando murió Sarajevo? las ventanas se mudaron de casa y nos pusimos más frío el frío.  En fin, Héxtor, tú has sido para mí el detalle más bondadoso de la vida. Héktór mi amor, te amo.  Siempre te amaré, prometo encontrarnos en donde cada quién hayamos dejado nuestras semillas trasláricas. Te encontraré en todos mis tiempos pues el reloj lo inventé yo para no extrañarte tanto. Héktór, nuestra vida ha sido dichosa, siempre feliz, muchas veces ausente y cansada, pero nuestra; siempre nuestra.  Hemos sido dos gotas de sol para regarse en la misma tierra, nos hemos amado como sólo los cómplices saben hacer: traicionándonos y volviéndonos a perdonar.  Nos hemos adorado como solo dos amigos lo pueden hacer.  Héktor, en todas nuestras vidas seremos dichosos. Te amo, Héktór, cuánto te amo. 


Gracias, Héktor, eres mi más eterno mar. 


Nota: 
         A Melina la vecina, trataron de robarla con una pistola el otro día.  Cierra bien la puerta, tienes la costumbre de solo emparejar.  Cierra, Héktór mi amor, si algo te pasa, yo me muero. 

Dejaste de leer la carta y dijiste: "Puedo acostumbrarme a que me llames Héctor".
Después supe que no eras tú.



sábado, 3 de agosto de 2013

Poema

|



(Si pudiera parpadear la línea, sería el cursor que se quedó esperando qué escribir.) 

martes, 30 de julio de 2013

El punto en la consonante

Tenía que haber sido dos letras antes pero, yo te tildé en la vocal popular que se hace fonéticamente unión entre los enamorados.
Tú eres así, tan cálida y tan aplastantemente hermosa.  Podría dormir entre tu pecho largas horas; hasta que de dolor de espalda me levante, vaya al baño y regreso pidiendo más de ti.  Y es que hoy me desperté con amor cayendo mis pestañas, mi lengua está igual, mis pies, mis brazos. 
Todo en esta casa tiene tu origen, incluso el desorden ordenado de nuestras manos y despilfarro de ideas. 
Tú tosiendo de lejos y yo escribiendo mis peores textos para pasar la mañana.  Cómo te quiero y cómo te pienso. Sé fuerte, sé mía.  No seas estrella caprichosa y prepotente que se vuelve fugaz por miedo a ser admirada de cerca.  
Sé fuerte, sé punto en consonante, sé mía. 

miércoles, 24 de julio de 2013

Amortiguar

No puedo dormir; es raro porque hace mucho el insomnio me declaró la paz y hoy se puso en guerra mientras la ventana abierta me gritaba la madrugada con sueños tentadores.  No me pareció justo dejar el campo de batalla sin contrincante y aquí estoy.

Amortiguar las caídas cada vez es diferente, porque amortiguar tiene las cuatro letras que más he descubierto contigo, las primeras de su orden y las viceversas del país que quiero caminar contigo.  ¿Sabes por qué me gusta hablar de ti? Porque tienes lo justo que nadie tiene para amanecer pensando en querer besarte en todas las estaciones del año.  Nunca había pasado tanto tiempo y tan firme mi pensamiento acomodando la locura para hacerla más despilfarrada.

Sí, contigo me permito la locura, la desgana, el enojo, la euforia, la paz, la calma.  Contigo me permito amortiguar el viaje solo con sus cuatro primeras letras.

viernes, 7 de junio de 2013

19:15

El sol acaba de salir de la cocina.

Las persianas que están mal puestas en la ventana saben mucho de ti; saben cómo dejas los cajones a medio cerrar; con qué tipo de miel preparas el aderezo para tu ensalada; qué pastilla tomas a deshoras; cuántos litros de café bebes a la semana; y sobre todo, cómo me besas después de tus viajes de trabajo.

El reloj marca las siete de la tarde.

El sofá es naranja como una silla del comedor, como el sol que se acaba de ir de la cocina.



miércoles, 29 de mayo de 2013

29 en mayo

He visto naciones enteras permanecer en guerra como permanece el Universo esperando que alguien más "estudidado" lo explique.
He visto montañas de personas vitoreando al mejor equipo de fútbol argumentando que es el mejor posado sobre la Tierra.
He visto madres llorando sangre de sus espaldas pidiendo por el hijo desaparecido, diciendo que éste jamás ha dañado a nadie, ¿por qué le hacen algo así?
He visto niños pidiendo limosna en las calles: descalzos, mugrientos, apestandos de la vida, drogados.  Dicen que no conocen otra forma de vivir; tú que vives en edificio, habitación individual, comida a tiempo, hogar con sueños, ¿la conoces?
He visto ciudades enteras desmoronarse por elegir al que creían su mejor candidato a gobernar sus tierras.
He visto campos secos llorando semillas de maíz, algodón, agraz y sal.
He visto padres sin reconocer las fechorías que harían sus hijos, solo por ser sus "hijos".
He visto mujeres arrancándose la fe de los dientes para darle a su fruto de conciencia propia, un lugar donde dormir en paz.
He visto cigarrillos consumirse buscando el perdón del amor que se fue.
He visto anillos flotando en los falanges proximales deseando una fecha diferente para su aterrizaje forzoso: darle empiezo al matrimonio.
He visto canales enteros llenos de cuerpos inocentes llevar en la frente la leyenda: "Pudo ser peor".
He visto rancherías llenas de flores en las instituciones religiosagubernapolíticas para saber si sus deudores se salvan de la fe acertada de otros.
He visto muertos caminando entre los vivos, esperando se les reconozca el deceso o mejor se les deje en "paz".
He visto galones de alcohol, derramarse por amores baratos.
He visto mililitros de agua, llenar un rostro por amores carísimos.
He visto rostros hermosos vertidos en alcohol, llorando por amores sin juicio ni pena.
He visto edificios caerse por tener falsa armadura.
He visto escritores escribir sobre sus amores fallidos y sus corazones rotos dando asco.
He visto noches enteras esperando ser sol al pie del mar de las melancolías.
He visto pulmones enfisémicos jugando a ser corazones cardiacos buscando morir de enfisema para saber cómo se siente estar descompuestos y felices.
He visto arañas con cabezas de leones sobre la cola de cebra que siempre discurre.
He visto cómo el mar se viste de desierto, solo porque no sabe cómo se sienten un Camelidae sobre sus hombros.
He visto al asaltante reírse conmigo; siempre le digo: "A mí me han dado ganas de quitarles hasta el nombre".
He visto oídos Cabrales hacerse gargantas Sabinas.
He visto angustias en formas de risa: todas dan risa.
He visto mujeres soñando ser otras mujeres.  He visto hombres soñando ser otras mujeres.  He visto mujeres soñando ser otras mujeres.
He visto guitarras dobladas de aflicción ante el encantamiento de la nueva amante.
He visto camas planchando sábanas nuevas.  He visto amantes llorando las viejas ropas.

En fin, he visto tanto a mi corta edad que, a veces pienso se me deberían quitar los ojos y todos los sentidos con los que pueda contar el ser humano.  Sin embargo, la única batalla real que he visto; la única que he cuidado toda la vida; que he tenido en secreto por orgullo y ego; aquella que es guerra fría porque es pan de cada día; esa guerra, es aquella que tengo a diario con el espejo, esa con la ególatra, con la mentirosa, con la diosa, con la enana, con la espina, con el uno, con el fuego, con la orgullosa, la purgatorio, la veneno, la miel, la lata, la pereza, la idónea, la perfecta, la esquizofrénica, la amante, la hija, la artista, la trabajadora, la novia, la nieta, la esposa, la paráfrasis, la radio, la tormenta, la pendeja, la tonta, la ésa, la ésta, la ella, la la, la mí, la ti, la tuya.  Sí, cuando las menciono a ellas, son la guerra más sincera y donde pierdo la blanca bandera.

domingo, 26 de mayo de 2013

Revolución

Una cucaracha salió en la cocina.  De repente volteaste y dijiste que no sabías de dónde provenía.  Yo te creí como todo y la vi con vida antes de que lanzaras sobre ella un golpe y la dejaras media muerta.
No he visto el lugar de dónde salen las demás, pero sí he visto cómo cada una de ellas luchan tras ser golpeadas, quemadas, tiradas, aturdidas en esta casa.  Quizás iba rumbo a una revolución y no la dejamos llegar.  Qué bueno, este país ya no está para revoluciones pendejas.

sábado, 18 de mayo de 2013

Gritar

Tengo tres días triste.  Es irónico pero, me siento como una maceta en el último piso de un edificio elegante. Me siento con tantas ganas de escupir letras y las ideas se me voltean en cuanto quiero ordenarlas.  Nada pasa, dices, y yo siento que pasa todo.  O será que tal vez la realidad me comió las semillas de esperanza y fe que germinaban en el pecho.  Estos días solo he querido abrazos largos y ni cortos llegan.  Solo buscaba me hicieras el amor desde el viaje pasado y resulta que tampoco.  ¿Dónde estás? ¿Acaso no sé hablar en volumen que me escuches? Tal vez tengo que gritar para decir cómo siento un hoyo en el pecho. ¿A caso no merecemos el derecho de estar tristes y concedernos a desdicha algunos días? Quizás con la intención de escuchar que todo saldrá bien aunque nada esté mal.  Eso era todo.  ¡Eso era todo! Te siento lejos, y pareciera que te pedía guardaras silencio y te alejaras más.  Me siento cursi, me siento ingenua, estúpida al manifestar estos caprichos, ¿pero qué de esto no se trata cada mes? ¡Entonces díganme cómo hacerlo! Porque por dentro ya me estalló todo.  Porque quiero recorrer el mundo con los pies y tú solo con los ojos. Porque quiero saltar y tú gustas de hacer madera y fabricar sillas.  Porque en realidad me destruyen tus silencios, necesarios, pero no hoy.  

Otra vez me sentí terriblemente estúpida. 

martes, 7 de mayo de 2013

Historia del yo.

Hay historias que aun con todo y su final, no tienen un comienzo.  Hay historias que lejos de ser inspiración, son secreto para hacerlas más duraderas y maravillosas. Y hay historias como la nuestra que merecen ser vividas.

Yo te vivo, también te muero.
Yo te espero, yo te espero.
Yo te conmemoro en septiembre y mayo.
Yo te escribo y te sonrío.
Yo te busco, yo te busco.
Yo te entiendo, te comprendo.
Yo te retumbo, te deseo.
Yo te mar y río.
Yo te nublo, te lluevo.
Yo sol y nubes.
Yo te fumo y te bendigo.
Yo te bebo, te encierro.
Yo te playa y bosque.
Yo te anuncio.
Yo te canto, te estaciono.
Yo te barco y muelle.
Yo te comparto, pregunto.
Yo te caricia y radio.
Yo te pájaros sin jaula.
Yo te espero, yo te espero.

viernes, 26 de abril de 2013

Te quise tanto

Te quise tanto que moví al mundo de lugar para que no te diera miedo cuando las estaciones cambian su rumbo.  Tú no puedes dormir con abanico y yo no puedo dormir lejos de ti.  

Te quise tanto en primavera que, cada árbol se iluminó con un columpio de tu risa para traerte los recuerdos dulces de la infancia y así, no temieras por el primer día de trabajo.  Yo nunca he gustado de oficinas y tú; tú adoras los zapatos altos, la camisa limpia y sin arrugas, el café caliente en la mañana y la rendición del alma por las tardes. 

Te quise tanto en invierno que, cada copo de nieve lo incineré con distancia para así supieras que de amor nadie se muere, pero tampoco vive.  Tú siempre has dicho todo de frente, y a mí; a mí me cuesta tomar el micrófono cuando eres tú todo mi público. 

Te quise tanto en otoño que, te regalé libros con etiquetas vencidas y usados, para así supieras que soporto el saberte en otras manos mientras se mantenga en tus labios un avión cargando dicha a medio despegar.  Tú siempre has amado los viajes y la historia, yo prefiero caminar por calles antiguas imaginando son tus pechos las ruedas de las bicicletas con las que me cruzo al andar. 

Te quise tanto en verano que, mandé una lancha a la mar para que no te fueras en tiempos de tormentas, para que tus oídos escucharan a las sirenas cantar y no dudaras que un faro siempre va a estar allí para salvarte.  Tú siempre has sido barco y yo faro esperando ya no quieras volver a zarpar. 

Te quise tanto que moví al mundo de eje, y ni así pudimos habitar la misma playa. 

No sabíamos que existían los totopos

Cuando mis hermanos y yo éramos niños, no sabíamos que existían los totopos.

martes, 23 de abril de 2013

Las simples cosas

Te diré que acá todo sigue siendo un poco igual.  Por otro lado, el amor, las alas y las ganas ya se han roto.  No es necesario curar todas mis heridas de un solo golpe, ya lo he hecho desde la infancia y las marcas las dejé para cometer las que no he aprendido aún.  La cicatriz que tú dejaste ha empezado a ceder; sí, apenas a comenzado a borrarse.  Me hicieron necesarios años enteros para darme cuenta que también eres de carne, hueso y suero, nada te sobra, nada te falta.  La luz mayor del medio día es tan áspera en tu ciudad que me hizo verte tal cual eres.  No, ya no estaba el velo de la vergüenza, ni la desdicha aplazada, ni las obseciones taciturnas, ni la cegera amorosa que tantas veces me hizo llevarme las manos a la cara para acomodarme el llanto.  

Regresé al lugar de las heridas a hacerme unas nuevas.

viernes, 5 de abril de 2013

Geografía y Física

Hoy caí en cuenta que despertaba tarde porque tú te ibas temprano.  Me quedé unos minutos en cama pensando cuántos ojos tendrían la fortuna de verte reír con esos gestos que miro hipnotizada cuando hablan.  Después bajé a hacer algo de desayunar y a terminar de limpiar los estragos de la gran noche que tuvimos: cervezas, amor, desnudez, dedos verdes, complicidad, comida, y más amor.  

Recordé que tengo una junta de trabajo a las cinco de la tarde, que quizás a esa hora yo tendré tantas ganas de besarte, por eso preferiré estar bajo tus manos a seguir escuchando un montón de cosas ya sabidas.   Y es que siempre quiero estar besándote, cuando estoy lejos de ti beso la rutina y la tristeza del mundo, con eso te beso a ti también.  

Hay veces que regreso del trabajo llorando y no te das cuenta.  Las lágrimas para ser estudiadas con su razón y ser me remontan a cuando los cuerpos caen.  No sé si los líquidos y los cuerpos tengan las mismas ley dependiendo del peso que los mueve.  Un cuerpo es lanzado desde el techo de un edificio de altura x0 con velocidad v0, determinar las ecuaciones del movimiento, la altura máxima y el tiempo que tarda el cuerpo en alcanzar el origen.  ¿Las lágrimas serían el cuerpo? ¿El edificio son los ojos? ¿El movimiento es el tiempo que tardan en secar?  Aún recuerdo esa cuestión que en preparatoria no comparaba con una lágrima.  

Hay momentos en que una melancolía se come mis calcetines y tú preguntas por qué uso zapatos deportivos.  Quizás quiero correr a donde no he encontrado el camino.  Pero eso sí, siempre uso los zapatos que aceptan compañía.  La tuya.  Despejemos la incognita, entonces.  

Mientras paseo por la boca un hueso de ciruela, las nubes están dando vueltas jugando a no dejar entrar al Sol a la Tierra.  Y es que estamos mal cuando decimos que hoy no salió el Sol cuando está gris el día, más bien es al revés: El Sol hoy no entró a la Tierra, por eso todo se ve oscuro y sin color, porque el Sol es un astro fuera de nuestro planeta, si saliera estaría dentro de nuestro mundo  y pues no. 

En fin, hoy que no entró el Sol, ya quiero que llegues para explicarte mi nueva versión geográfica y física.  La geográfica que hable de la relación del sol con este planeta.  La física que explica el movimiento de tu cuerpo junto al mío, o sea, la cinemática que construimos día a día. 

PD. Un cuerpo es lanzado desde el techo de un edificio de altura x0 con velocidad v0, determinar las ecuaciones del movimiento, la altura máxima y el tiempo que tarda el cuerpo en alcanzar el origen.

Así decía un profesor.  

domingo, 24 de marzo de 2013

Quiero besarte

Arriba de mi cabeza duermes mientras yo abajo de tu espalda siento el amor más acomodado en trodo mi cuerpo.
Debes saber que te quiero antes de asomar otra vez mi cara al mundo otro día.  No es sencillo quererte solo con diez dedos, cuando tienes más de veintinueve años.  Hablo con la lengua que conoces de punta a punta, con esa que te metes a la boca para decir ya es de mañana.  Entonces te escribo para decirte cuánto he de quererte como ahora te quiero.

Mereces el sol por las mañanas y el pan caliente bajo los dientes, una regadera tibia sobre el pecho, dos calcetines limpios a diario y una sombra para los días calurosos.  Eres una excentricidad del Universo y él te llama a saludar los pies por cada calle que tuvo la suerte de portar para ti cualquier terreno.  No hablo de amor entre tus ropas porque sería hablar de temperatura dentro de un volcán joven y atrevido a succionar los pueblos al rededor de él.  Hablo de mí para que así no olvides recogerme a menudo de una cantina sorda en una ciudad que no es la mía.

Quiero besarte hasta que mi boca deje de abrirse para este mundo.

lunes, 18 de febrero de 2013

Buenavista

En el sexto andén del tren fue donde mi corazón se convirtió en un pasajero más del mundo.

Fueron dos horas las que esperé en la estación Buenavista a que Raquel llegara a reclamar el equipaje cuidado por mí.  Pasó que nunca nadie llegó; niños, mujeres, hombres, perros, policías pasaban sin pedir explicaciones sobre esa maleta verde que cuartos de hora atrás había caído en mis manos.  
Eran las nueve de la mañana de miércoles.  En enero las mañana son frías y más cuando se va de México a Querétaro sin decir adiós a nadie, ni a uno mismo.  Las despedidas para mí nunca han sido fáciles, por eso, me dedico más a las bienvenidas anunciadas que a los adioses sorpresivos. Ese día no era una excepción, la ciudad me había dejado los talones desnudos y ya no quería respirar tanto mezquite artificial.  Tomé una bolsa de ixtle y me quise ver verdaderamente fiel a mis octagonales cuentos mexicanos; me volví un arrebatado caminante con una bolsa a los hombros.  Tejada había inaugurado el tren y yo había inaugurado la libertad tardía; nos  hicimos cómplices de una mañana sin que él lo supiera.  Partí.  Al llegar al tren percibí un fuerte olor a pintura barata y nueva, me reí de lado para contemplar el montón de personas corriendo de un lado al otro, unos accidentalmente se amoldaban a mis hombros para dejarme ver lo lento de mi caminar al andén.  Siempre he sido de disculpas pedir, pero, esta vez quería recibirlas y nada.  A todos les importaba más probar los vagones recién puestos en la ciudad que levantar una bolsa de ixtle tirada en el suelo.    
Cuando llegué al andén número seis no pude dejar de caminar en dirección a una chica con dos maletas en cada mano.  Era hermosa; ojos grandes, mirada de quien llevaba una pena en el pecho, cabellos castaños alborotados por el aire de los trenes, vestido verde pálido que hacía juego con sus ojos y su maleta en mano izquierda.  Nunca el cielo  y el diablo habían estado juntos a la misma hora en un andén de tren.  El bullicio de las personas cada vez era mayor, el ruido del próximo tren  se escuchaba llegar y yo no podía moverme más rápido pues todos hacíamos una  tempestad horrible bajo esos túneles.  El vagón llegó; unos bajaron, otros subieron, ¿y la joven dónde estaba? Pude ver entonces, cómo las puertas del tren cerraron sin esperarme, todo fue en un parpadeo,   sin embargo, no podía creer: la chica había olvidado una de sus maletas en el piso y todos pasaban por ella sin caso alguno de ésta.  Me apresuré a salvarla y la tomé en mis brazos como si estuviera tomando parte de la joven.  Me sentía feliz, pues en segundo sabía que si la  del vestido verde pálido volvía podrìa saber al menos cuál era su juego en este mundo.  Pasaron dos horas, y mis ganas de ir a Querétaro se quedaron sentadas junto a la estación.  Volví a casa con la maleta entre las manos y un desasociego entre el cuerpo; en realidad quería encontrar a la joven de la estación.  Dejé pasar otras horas más y por fin me armé del valor suficiente para fizgonear en esas cosas ajenas a mí.  Esbocé una gran sonrisa al ver lo que me encontré en su interior: un pasaporte con la fotografía arrancada y un nombre maravilloso: Raquel Mainez Mier.  No conocía a nadie con ese apellido, pero me imaginaba era de buena familia.  Había medias de seda, un estuche con cremas el cual ya no olía bien, una postal de París, una cajetilla de cigarrillos a la mitad, un suéter amarillo, una cámara fotográfica antigua y unas fotografías que quizás fueron tomadas con dicho artefacto.  En ninguna de las fotografías salía la joven.   Y, en el fondo de la maleta enocontré una historia; dos cartas escritas a mano por algún enamorado de la joven.  Decían así:

Raquel:
mi amor, regreso a Buenos Aires porque lo nuestro solo será real cuando tú dejes de vivir en un cuento donde los dos terminemos con el mismo final.  Extraño hacerte el amor al lado de la playa, y mojarnos con la brisa del mar todas las tardes.  ¿Recuerdas cuando tu ropa interior se lleno tanto de arena que decías cómo un cangrejo podría ser feliz entre tus pechos? Yo sí lo recuerdo, pareciera que fue ayer cuando fuimos con la Sanjuanela a que nos casara a escondidas.  No había mujer más bella sobre la tierra que tú con tu vestidito blanco.  No había hombre más dichoso sobre el mundo como yo con mis huaraches nuevos.  Raquel, de una vez debes saber cuánto te desprecio, mira que jugar conmigo y decir que me querías y después irte con otro.  Raquel, mi vida, eres tan bella que me asustas.  No sé a qué se parece el cielo, pero supongo que huele a ti.  Recuerdo cuando nos raspamos las rodillas de tanto amarnos entre las piedras, parecía que un pez gato te había arañado la espalda sin piedad y era yo quien te había recargado contra el risco mientras el agua me pegaba en los tobillos.  Raquel, amor mío, ¿qué vas a  hacer ahora en la capital?  Bueno, yo no quiero más dolores, te digo que lo poco de amor que tengo por ti lo voy a lanzar mañana de una lancha y me regresaré con mi padre a Argentina.  Siempre decías que México era más bello, pero no puedo llamar bella la tierra que más me hace sufrir.  Te querré siempre aunque te aviente al mar.  
Vuelve, Raquel, me estoy muriendo sin ti. 

Tuyo: Joaquín

Raquel: 
Mi amor, gracias por haber venido después de la pelea en la cantina.  Perdóname por ser un bruto.  Te veías hermosa en tu vestido verde; combina con tus ojos.  Por cierto, creo que tienes razón, lo mejor será separarnos.  Nuestros caminos siempre serán el mismo, solo que vamos enfrente uno del otro, nunca juntos.  Deseo seas feliz en la capital y te amen más de lo que yo te amo.  No dejes de cantar y pintar a los volcanes, no dejes de darle un beso a la Sanjuanela de mi parte, esa mujer fue como una madre para mí.  ¡Te imaginas cómo hubieran sido nuestros hijos! Sí, tendrían tus ojos y mis manos, reirían como tú y vociferarían como yo.  Sus cabellos serían de color miel y besarían tan rico como tú.  Deseo, Raquel que seas feliz.  

PD. No tiré tu amor al mar, me lo llevo guardadito en el pecho. 

El que era tuyo: Joaquín. 

Después de leer esas dos cartas me había enamorado de Raquel, quería saber qué había pasado, si se había casado acá en la capital, si tendría una oportunidad de invitarla a comer, a pasear, a dormir, a vivir cuando le regresara la maleta.  Pasé tres días seguidos a la misma hora con la maleta en el andén por si se le ocurría regresar.  Revisaba sus cosas y las cartas me las había quedado yo.  
Al cuarto día de mi espera se apareció la joven y me tiró una sonrisa tan grande que me imaginé esa risa en un niño que llevara también mis manos y todas las cosas que Joaquín no logró.  Al toparnos por fin nos dijimos: 

–– ¡Muchas gracias, señor! pensé que había perdido tan querido equipaje.  ¿Cuánto le debo?
––No es nada, Raquel, sino todo lo contrario, quiero invitarla a comer. 
––¿Raquel? Disculpe señor, pero creo que me ha confundido. 
––¡¿No se llama usted Raquel?!
––No, mi nombre es Victoria y creo que usted es un metiche muy honrado.  Ha revisado el contenido de esta maleta si mal no me imagino. 
––Disculpe, señorita, sólo era para saber si tendría alguna dirección para regresar dicho equipaje.  Vi un pasaporte, una postal y otras cosas, pensé que eran suyas.   ¿Me permite saber quién es Raquel?
––Lamento decirle que es era mi abuela, acaba de morir de 94 años, esta maleta fue lo único que me dejó de herencia argumentando que la historia de la cámara fotográfica es bellísima.  Ahora si me permite. 
––Sí, claro.  Tome su maleta y no la entretengo más.
––¿Está usted bien? Se puso pálido y de repente me pareció triste. 
––Lo que pasa es que a veces quisiéramos vivir historias que ya fueron contadas.  No se preocupe. 
––Bueno, lo dejo porque aún tengo que ir a conocer a mi abuelo, dicen que es Argentino y que es mucho menor a mi abuela.  ¡Gracias nuevamente!

Me quedé desconsolado imaginando cómo hubiera sido conocer a Raquel con o sin canas.  Hubiéramos vivido una historia maravillosa.  Pero yo Ramiro Martínez aún soy muy joven para ser abuelo.  

miércoles, 6 de febrero de 2013

Un trato

Tú harás como que no pasó nada.  Yo haré como que no escucho cuando me llamas.  Haremos un trato de esos que es imposible no cumplir.  Haremos un trato, de esos que hacen los que alguna vez se amaron. 

Amaremos a con quien estemos; rozaremos nuestros labios en sus frentes, dormiremos con sus cabezas entre los hombros, escucharemos sus canciones evitando pensar en nosotros, les haremos el amor, los levantaremos y dejaremos a sus manos arrullar las nuestras.  Nos dejaremos el cabello largo para hacer columpio a los recuerdos.  Llenaremos nuestras vidas de momentos hermosos: el nuevo trabajo, el nuevo concierto, la casa nueva, el sofá caro, la duela sin rayar, los zapatos con caja de papel, el coche con kilometraje intacto, el viaje soñado.  Aplazaremos momentos tristes: la caja de cartas viejas, la agenda negra, despedidas sin reproches, el piano empolvado, la cicatriz del árbol, el bolígrafo sin tinta, la máquina de escribir junto a la botella de vino.  El adiós.  

Tú harás como si nunca hubieses cantado mis canciones, yo haré como si nunca hubiese contado todos tus cabellos.  Harás que tu casa borre mis manos de su puerta.  Venderé mi coche y lo transitarán nuevos destellos.  Ahorraremos palabras para no malgastarlas; serán teamos bajitos de volumen.  Haremos como si no somos lo mejor que nos pasó.  

Sabré desde lejos cuando de repente mires al cielo pensando en mi nombre.  Serás feliz y el mundo reirá contigo.  Yo también.  Haremos las pases para volver a pasarnos cada que cerremos los ojos.   Reuniremos la tristeza del Universo entero y nos la beberemos alguna tarde que abramos una ventana y queramos volar a encontrarnos.  Tú harás como si no escuchas a Pablo Alborán, y yo como si no escuchara a Pedro Guerra.  Sobreviviremos en un mundo que no es el nuestro, pero el preciso. 

Jamás me pedirás que vaya porque sabes que tú no puedes venir.  Sin embargo, te digo: si al pasar los años, sin querer, nos vemos en la calle, no cruces para saludarme y decirme cuánto me has extrañado; seguramente entonces, te habré visto primero y estaré abriendo mi pecho para que veas tu lugar intacto.  
El trato será, no pensarnos cada vez que el amor nos arranque del pecho el miedo.  El trato será amarnos hasta cuando no. 

Mientras tanto adiós, se me hace tarde. 


domingo, 27 de enero de 2013

La mecedora


No recuerdo si estábamos dormidos o despiertos.  
No recuerdo si era octubre o marzo. 
No recuerdo qué color llevabas en los ojos; si el de la tristeza o el de los árboles secos. 
No recuerdo cómo eran las uñas de tus pies.
No recuerdo cuántos muertos ya habíamos enterrado juntos. 
No recuerdo si eran ocho o veinte los ramos de flores en la sala; perdí la cuenta. 
No recuerdo si llovía o era soleado el día. 
No recuerdo si te quedaste más de cinco minutos o seis días. 
No recuerdo si lloré o era tu boca la que me lamió las ojeras. 
No recuerdo si nos despedimos. 
No recuerdo de qué se manchó mi camisa cuando me llenaste de besos. 
No recuerdo por qué te fuiste. 
No recuerdo si me regresaste el libro de Ana Karenina o el de recetas de cocina. 
No recuerdo si Madame Bovary se salvó de tus ojos como no del suicidio. 
No recuerdo para qué me pediste mermelada de tamarindo. 
No recuerdo cuándo el mundo se volvió menos habitable y más reconroso. 

No recuerdo muchas cosas; sin embargo de algo tengo seguridad: nos amamos. 

martes, 15 de enero de 2013

Tierra y Mar

El día que Julia murió, los árboles se pusieron en huelga; y a pesar de ser otoño, ninguna hoja cayó sobre el patio donde tantas tardes meció su cabello al borde de una mecedora vieja de ixtle.  El mundo puede ser cruel muchas veces, decía, porque otras tantas se atreve a dejarnos con la boca abierta.  Nada en Julia había pasado sin razón, y sin embargo, cada noche se encomendaba a cientos de santos pidiendo un motivo para seguir escuchando a Ignacio.  

Te vas a hacer más viejo si dejas de amarme, le decía Julia cada vez que Ignacio pisaba de puntas la línea del hastío y la costumbre.  No voy a dejar de amarte; no quiero tener arrugas por dentro del cuerpo antes que se noten las de afuera, contestaba él.  Viejo ladino, como si todo el pueblo no supiera lo largo de tus años, decía Julia con un aire de ternura sobre los labios. 

Ignacio llevaba una vida tranquila; trabajaba como obrero de barcos y soñaba como arquitecto de aviones.  Siempre traía los pies en la tierra y la cabeza en el cielo.  Nunca llegó después de las seis de la tarde a casa, jamás dejó vacía de besos la frente de Julia.  Tampoco la de Aurora, a quien visitaba después del trabajo y antes de las seis de la tarde. 

No sé por qué seguimos juntos si nunca nos hemos entendido, chisgueteaba Ignacio a los oídos de Julia.  Porque nos amamos mejor de lo que nos entendemos, y a nuestra edad ya nadie habla de despedidas a menos que sea de esas sin retorno como la muerte. Aurora debe entender que los mejores hombres son los viudos, no los robados.  Y tú, mejor viudo que arrancado.  

Una noche, mientras Ignacio frotaba las sientes de Julia con aceite de oliva le dijo: Yo en verdad te quiero, pero Aurora hace que me sienta importante, me deja llorar en su pecho y me hace arroz con leche sin ser día de fiesta.  Cuando falta leña me abraza y me pide que corte un poco, pero me detiene si sabe que me duelen los pies.  Una vez la encontré llorando con la cabeza entre las piernas y me sentí un cobarde por no poder dejar a ninguna de las dos.  Aurora se levantó para agarrarme de las orejas y decirme: La sal, el pan, el maíz y el aceite de oliva, siempre saben mejor en casa; a ti te gusta comer aquí.  No sé qué quiso decir, pero me sentí miserable.  Quiso decir que eres un viejo glotón, dijo Julia separándose de los dedos de Ignacio, acuérdate cómo comiste en la fiesta del señor San José. 

Ignacio, ¿por qué nunca me llevaste a Cozumel?, le preguntó Julia.  Porque decías que tú eres tierra firme y yo soy mar; y que el mar con mar se pierde.  Que el mar es para los enamorados arrogantes que le dan la espalda al mundo sin mirar atrás, tampoco eso entendí.  Quiere decir que es para aquellos que se aman sin recordar dolores pasados, y punto, viejo tonto, dijo ella.  

Octubre amaneció con ganas de ser abril, Ignacio con ganas de ser piloto y Julia con ganas de hacer el bien.  Nadie supo por qué a esa mujer de cabellos abundantes entre canos, piernas fuertes y caminar erguido sorprendió la muerte.  Unos dijeron que fue un té que curaba mal de amores, otros que las ansias de otra vida, algunos que el llanto atorado la ahogó por dentro.  Solo Ignacio supo que fueron todas juntas. 

Julia sabía que si moría primero, haría de Ignacio el hombre más feliz del mundo, pero que si él moría antes de ella; le dejaría un dolor de los que ya nadie se repone.  

Ignacio se fue a vivir con Aurora a una islita llamada Cozumel.  




¿A qué hora?

Hay noches en que pienso cómo hubiera sido el futuro contigo: desgarrador.  

Después amanece y obsesionada con la idea de caminar a otro lado que no sea la cotidianeidad, le preguntó a los árboles de la calle doce por ti.  

Nadie sabe dónde estás, en qué pecho te has metido, en qué playa ahogaste tus pies o en cuál de los bares del centro atoraste el corazón a la mesa.  

Si yo fuera tú, también habría roto los pilares de mi sangre y me largaba por allí a hacer lo más amado: soñar.

Hay noches en que los recuerdos me asaltan como luces de bengala en días de fiesta para enterarme sobre la simplicidad de ser humano: río.  Después lloro un rato por saber que los años no son sabios, sino tontos.