Te quise tanto que moví al mundo de lugar para que no te diera miedo cuando las estaciones cambian su rumbo. Tú no puedes dormir con abanico y yo no puedo dormir lejos de ti.
Te quise tanto en primavera que, cada árbol se iluminó con un columpio de tu risa para traerte los recuerdos dulces de la infancia y así, no temieras por el primer día de trabajo. Yo nunca he gustado de oficinas y tú; tú adoras los zapatos altos, la camisa limpia y sin arrugas, el café caliente en la mañana y la rendición del alma por las tardes.
Te quise tanto en invierno que, cada copo de nieve lo incineré con distancia para así supieras que de amor nadie se muere, pero tampoco vive. Tú siempre has dicho todo de frente, y a mí; a mí me cuesta tomar el micrófono cuando eres tú todo mi público.
Te quise tanto en otoño que, te regalé libros con etiquetas vencidas y usados, para así supieras que soporto el saberte en otras manos mientras se mantenga en tus labios un avión cargando dicha a medio despegar. Tú siempre has amado los viajes y la historia, yo prefiero caminar por calles antiguas imaginando son tus pechos las ruedas de las bicicletas con las que me cruzo al andar.
Te quise tanto en verano que, mandé una lancha a la mar para que no te fueras en tiempos de tormentas, para que tus oídos escucharan a las sirenas cantar y no dudaras que un faro siempre va a estar allí para salvarte. Tú siempre has sido barco y yo faro esperando ya no quieras volver a zarpar.
Te quise tanto que moví al mundo de eje, y ni así pudimos habitar la misma playa.