martes, 15 de octubre de 2013

Héctor

Los encuentros que el universo nos empuja a dar, nos hacen desprender partículas de nosotros cuando entramos en contacto con la atmósfera: el cabello, los ojos, el alma, las uñas, etcétera.  Todas las cosas que se desprenden de nosotros, se riegan en diferentes partes de la tierra, del tiempo y la casualidad.  Es ahí  cuando el amor y lo inexplicable le explican a la ciencia cómo suceden las cosas; las que te hacen doblar las rodillas y creer en otras vidas.

Yo supe de las otras vidas y su escepticismo cuando te encontré.
No sé porqué tardaste tanto, porque seguramente las arrugas de mis recuerdos ya se iban a romper.  No sé porqué llegaste en esta duración de tiempo, pero sé que venimos porque era insoportable el lugar en donde nos despedimos la última vez.  Las heridas esta vez las traíamos en los ojos, porque no vernos en cuanto vimos luz es de ciegos.  Recuerdo que la vez antepasada, o creo que era la pasada, las heridas la traíamos en la garganta, porque no pudimos decirnos adiós; pero nos teníamos en las palmas. Una medianoche llegué y te besé de puntitas mientras tú dormías.  Te prometí estar contigo siempre, te prometí volvernos a ver.  

Por eso, cuando te vi en aquella con nombre de ciudad alemana, no dudé en tocar tu hombre y decirte: "Te traje de nuestra otra vida una carta que ya no alcanzaste a leer por el disparo que ese día te dieron".

La carta dice así:

Héktór mi amor:
Hoy es un día maravillo porque se cumplen ya muchos años juntos: han sido los mejores de mi vida, me enamoré como los recuerdos de su patria.  Héktór, te amo, no sabes qué feliz me hace verte todos los días levantarte de la cama como si la guerra aún no hubiera terminado, con los ojos rojos y el cabello blanco de casas cayendo para volver a hacernos de la reforma protestante.  El día que fuimos ver cantar a Crazy Blue fue cuando nos dimos nuestro segundo primer beso.  Cómo bailamos esa noche.  Cuando pasó lo de la US me aterré de pensar que volvería a perderte para que fueras a luchar una batalla extranjera.  Héktór cómo te amo. Luego cuando fue la muerte de Lósif, te encerraste en el cuarto y escribiste noticias a muchas partes del país para decir lo que tú pensabas.  A mí me dejaste de lado un rato porque la política y la literatura se te montaron a los hombros.  Pero se te pasaron las ganas del "Viva" y preferiste "Vivir" conmigo: no fuiste a la Revolución.  Gracias, Héktór, qué hubiera hecho todos estos años sin ti. Luego cuando salió en los diarios que muchos americanos se estaban tirando de los edificios porque habían quedado en quiebra, tú te quisiste tirar de la cama como si no fuéramos a poner el quiebra los huesos, ¿recuerdas cuando murió Sarajevo? las ventanas se mudaron de casa y nos pusimos más frío el frío.  En fin, Héxtor, tú has sido para mí el detalle más bondadoso de la vida. Héktór mi amor, te amo.  Siempre te amaré, prometo encontrarnos en donde cada quién hayamos dejado nuestras semillas trasláricas. Te encontraré en todos mis tiempos pues el reloj lo inventé yo para no extrañarte tanto. Héktór, nuestra vida ha sido dichosa, siempre feliz, muchas veces ausente y cansada, pero nuestra; siempre nuestra.  Hemos sido dos gotas de sol para regarse en la misma tierra, nos hemos amado como sólo los cómplices saben hacer: traicionándonos y volviéndonos a perdonar.  Nos hemos adorado como solo dos amigos lo pueden hacer.  Héktor, en todas nuestras vidas seremos dichosos. Te amo, Héktór, cuánto te amo. 


Gracias, Héktor, eres mi más eterno mar. 


Nota: 
         A Melina la vecina, trataron de robarla con una pistola el otro día.  Cierra bien la puerta, tienes la costumbre de solo emparejar.  Cierra, Héktór mi amor, si algo te pasa, yo me muero. 

Dejaste de leer la carta y dijiste: "Puedo acostumbrarme a que me llames Héctor".
Después supe que no eras tú.