Hay días en los que no se trabaja, y ella trabaja. En las mañanas el sol se enciende cuando escucha las pestañas de Raquel abrir el mundo. La cafetera se afina en un do sostenido y toda la casa huele a café y música a medio terminar. A lo lejos, cada dedo que cae como lluvia tibia en el teclado de su computadora personal salva un pedacito de esta inmensa humanidad; me salva a mí. Raquel ama su trabajo. Raquel ama los libros. Raquel ama las películas de arte y los detalles sobremesa. Raquel ama las carreteras, los hubieras, los futuros en Argentina y los pasados en la Ciudad de México. Raquel ama los diccionarios cerrados y los hubiera callados. Raquel ama sus libros. Raquel ama su brújula interna y las indicaciones ajenas. Raquel ama los volcanes y los pájaros tristes. Raquel ama el equilibrio y la imperfección del Universo. Raquel ama veinticinco horas seguidas. Raquel se despierta con una idea y se duerme después de cumplirla. Raquel ama los domingos. N
Una vez Raquel se cortó el cabello y se dejó puestas las ideas. Retorció su cuerpo en una nube de sábanas naranjas y le puso decisión a los sueños. Raquel abandonó un corporativo y se mudó a las causas sociales. Raquel es feliz en su trabajo. Gracias a Raquel y a sus cómplices de diario, el mundo gira -aunque sea un poquito- diferente.
Raquel ama su trabajo. Raquel me ama a mí.
Ojalá todos hiciéramos lo que amamos. Ojalá todos trabajaramos por los demás.
Ojalá hubiera más Raqueles y menos ojalás.