domingo, 8 de junio de 2014

Raquel

Hay días en los que no se trabaja, y ella trabaja.  En las mañanas el sol se enciende cuando escucha las pestañas de Raquel abrir el mundo.  La cafetera se afina en un do sostenido y toda la casa huele a café y música a medio terminar.  A lo lejos, cada dedo que cae como lluvia  tibia en el teclado de su computadora personal salva un pedacito de esta inmensa humanidad; me salva a mí.  Raquel ama su trabajo.  Raquel ama los libros.  Raquel ama las películas de arte y los detalles sobremesa.  Raquel ama las carreteras, los hubieras, los futuros en Argentina y los pasados en la Ciudad de México.  Raquel ama los diccionarios cerrados y los hubiera callados.  Raquel ama sus libros.  Raquel ama su brújula interna y las indicaciones ajenas.  Raquel ama los volcanes y los pájaros tristes.  Raquel ama el equilibrio y la imperfección del Universo.  Raquel ama veinticinco horas seguidas.  Raquel se despierta con una idea y se duerme después de cumplirla.  Raquel ama los domingos. N
Una vez Raquel se cortó el cabello y se dejó puestas las ideas.  Retorció su cuerpo en una nube de sábanas naranjas y le puso decisión a los sueños.  Raquel abandonó un corporativo y se mudó a las causas sociales.  Raquel es feliz en su trabajo. Gracias a Raquel y a sus cómplices de diario, el mundo gira -aunque sea un poquito- diferente.  
Raquel ama su trabajo.  Raquel me ama a mí. 

Ojalá todos hiciéramos lo que amamos.  Ojalá todos trabajaramos por los demás. 

Ojalá hubiera más Raqueles y menos ojalás.