lunes, 20 de octubre de 2014

El regalo


No sabes quién te invitó a la fiesta, sin embargo vas y te prometes pasarla bien.  Escoges la ropa     precisa, el perfume adecuado, el peinado de moda, los zapatos elegantes y te vas.  


Llegas al lugar preciso y adviertes que la fiesta es para ti.  Al entrar un montón de gente desconocida te recibe con una caja enorme con un moño de colores extraños.  No sabes porqué te la han dado pero te alegra saber que alguien se tomó el tiempo de hacerte un regalo.  Buscas un lugar para sentarte a abrir de forma plácida esa caja enorme y hermosa; te aterra y divierte la incertidumbre de saber su contenido. Te sientas en el piso pero rápido recuerdas cuánto tardaste en arreglar tu ropa y no quieres arruinarla con una arruga o alguna mancha pescada por ahí.  Buscas más y más el lugar perfecto para abrir la caja.  Se atraviesan personas por donde pasas y van aplastando poco a poco el listón de ese lindo moño que envuelve parte del cuerpo de la caja. Piensas que no importa porque mientras mantengas el contenido a salvo lo de afuera no tiene relevancia.  Sigues buscando el lugar ideal para descubrir el contenido.  La olvidas por un momento porque tienes que saludar a los invitados que casi no conoces pero te sonríen y no debes ser descortés.  

Bebes unas cervezas y ves de reojo tu preciado regalo; lo cuidas desde lejos.  Te emborrachas y bailas con la primera, segunda, tercera, cuarta persona que te lo pide.  Bailas y pierdes de vista tu objeto misterioso.  Olvidas el nombre de las personas con las que bailaste, olvidas qué bebiste, olvidas la hora.  Es hora de irte.  Buscas la caja pero ya no está donde según tú la pusiste.  Tal vez pueda venir por ella mañana, piensas mientras te acomodas la ropa y el cansancio nocturno.  Eres un desastre alcohólico caminando por una calle que no reconoce, te pierdes por ratos y por fin llegas a casa.  Recuerdas por un corto lapso tu regalo misterioso y te preguntas qué tendrá en su interior.  Regresas al lugar de la fiesta porque te carcome la incertidumbre y ya no hay cigarrillos que fumar.  Llegas al lugar y los últimos invitados están por irse, les preguntas por tu caja de gran moño.  Nadie sabe de qué hablas y empiezas a preocuparte porque no supiste cómo cuidar ese regalo que no sabes quién te dio ni porqué.  Te mueres de curiosidad.  A lo lejos suena esta canción y te inundas por dentro. 
En un rincón ves la caja en el piso, un poco apachurrada, un poco triste, un poco nada.  La tomas en tus manos y te enojas pues está muy maltratada como si alguien se hubiese puesto a sacudir sus zapatos sucios sobre ella. Sabes que es tu culpa pero necesitas invitar a alguien más a sentirse mal contigo.  Por fin puedes levantar y la cargas sobre tus hombros, cómo pesa, cómo duele la espalda, cómo no pedí ayuda para cargarla, cómo no pedí un taxi, cómo no traje coche para llevármela.  La cargas con mucho trabajo pero ya casi al amanecer llegas a casa y te dispones a abrirla.  Sacas tijeras, navaja, nunca sabes qué puede haber adentro.  Deshaces el moño con una brusquedad de horas y horas de espera, rompes el listón, lo avientas a la basura, desgarras el cartón de la caja y ves un montón de papeles y globos en el interior.  De seguro el regalo está al fondo como esos que dan en las bodas cuando quieren hacer misterio y resulta un gran regalo.  Sacas rápidamente los globos; amarillos, naranjas, azules, blancos, verdes.  Nada.  Sacas el papel periódico hecho bola en el fondo, lo botas a un lado y sigues buscando.  Volteas la caja sobre tu cabeza y te das cuenta que dentro de ella no hay absolutamente nada. ¡¿Qué?! ¿¡A caso esto es una broma?!  No hay absolutamente nada. Piensas en que no disfrutaste tanto la fiesta por estar con el pendiente del regalo y para nada.  Piensas que te regresaste por ella cuando pudiste descansar y dormir para nada.  Piensas que tal vez pudiste haber bailado más, que pudiste haber bebido más, que pudiste no aceptar la caja, que pudiste no haber tenido esa preocupación, que pudiste, que pudiste que pudiste pero no, para nada. 

Así con la vida.  El Universo te da una caja con un moño hermoso y piensas que adentro de esa caja está la recompensa.  Somos entonces tan infinitos que nos terminamos de comenzar en el principio del final para darnos cuenta que todo lo que nos platicaron, que todo lo que nos metieron en la cabeza, que todo lo que hicimos, que todo lo que caminamos es para al terminar la cuenta no haya NADA.  Porque somos tan divisibles que no nos damos cuenta que la vida está en el listón, en el cartón, en cada milímetro de cinta que cerraba sus pestañas, en el color de cada globo, en cada doblez del papel arrugado.  No es cuántas cajas y listones puedes comprar, es cuánto eres para saber ver lo que hay dentro.  ¡Ese es el regalo! La experiencia, el viaje, la forma, la manera de llegar, el respiro en cada emoción por la incertidumbre, el susurro para adentro, el camino, el cuidado de la caja, la magia de lo desconocido, la marea de emociones sobre los oídos, las canciones viejas, los nuevos amigos, los amores eternos, la nada. 

¡Ese es el regalo! 

miércoles, 8 de octubre de 2014

A mis hermanos normalistas


Egresé de una Escuela Normal del estado de Coahuila, ahí encontré el amor a mi país, el amor a la enseñanza, el respeto a la civilidad y hacia la vida. A mis hermanos normalistas y a mí nos enseñaron a defendernos con la verdad, nos enseñaron a hacernos valer con el aprendizaje, nos enseñaron a caminar con justicia; nos enseñaron a convivir con el arte, la cultura, la comunicación, el amor. Nos enseñaron a aprender y nos enseñaron a enseñar.  
Nos enseñaron a ser justos con nuestros padres, nuestros amigos, nuestras parejas, nuestros alumnos y sobre todo con nosotros mismos. Nos enseñaron a querer y a disfrutar un presente para saber llegar firmes al futuro.  Nos enseñaron a ser hombres y mujeres de orgullo.  Nos enseñaron a no quedarnos callados.

Lamentablemente el futuro y el presente de 43 hermanos normalistas del estado de Guerrero están en "juego", por la crueldad política que alberga en este país México.  43 estudiantes desaparecieron mientras "presuntos policías" y "presunto integrantes del crimen organizado" abrieron fuego contra ellos sin razón alguna para después llevárselos a un lugar aún desconocido para nosotros pero que dudo desconocido para nuestros dirigentes políticos. 

Estamos hartos del "presunto": del "presunto policía","presunto delincuente", "presunto agitador", "presunto narco", "presunto culpable", "presunto hombre", "presunto niño", "presunto inocente", "presunto normalista". Estamos hartos de la falta de veracidad en la información de lo que sucede en nuestro país.  ¡Basta de lapidar la verdad con la conveniencia de algunos! ¿Acaso no nos damos cuenta de lo que estamos viviendo? ¿A caso nuestros pseudo gobernantes no se han dado cuenta de cómo están dañando y mancillando a la madre tricolor que le juraron fidelidad, respeto y grandeza? 

Estamos ¡HARTOS! de lágrimas de padres y madres de familias, de esposas y esposos que se quedan solos, de padres que se quedan sin hijos e hijos que se quedan sin padres. Estamos ¡HARTOS! de esperar justicia, de esperar quien nos escuche, de esperar quien nos atienda, de que nuestros dirigentes esperen a que se nos olviden los hechos. ¡Estamos HARTOS porque no olvidamos ni vamos a olvidar! 

Queremos que esos 43 normalistas con nombre y apellido sigan aprendiendo, llenando las aulas de sus risas y dudas, que sigan llegando a casa a comer sopa caliente, que sigan conviviendo con el arte, la comunicación, la cultura y el amor.  Queremos que ellos sigan queriendo correr en un juego de fútbol y no para escapar de las balas en una noche de absoluta crueldad.  Queremos que ellos sigan queriendo, deseando, amando, jugando, aprendiendo, dibujando, cantando, escribiendo, componiendo, trabajando, bromeando. Queremos que ellos tengan justicia.  Que ellos tengan lo que a muchos otros les ha negado el gobierno.  Queremos que sean parte de la historia buena de México, no de aquella que se queda archivada bajo el candado del incumplimiento de las leyes.  Queremos respuestas y las queremos con verdad.  

Abramos nuestras bocas, abramos nuestros corazones, abramos sobre todo nuestra conciencia, abramos los ojos y hagamos de nuestro México triste un país merecedor.  ¡Ya no queremos estar HARTOS! Hermanos de Ayotzinapa, Guerrero, estamos con ustedes.  

Egresé de una Escuela Normal y quiero que 43 hermanos normalistas de Guerrero egresen también. 


jueves, 2 de octubre de 2014

Aquí iba el título de algo

La prisa nace de la incertidumbre cotidiana que nos da vivir, queremos ahuyentar la idea del tiempo con la ocupación de él mismo.  Nos sentimos tan grandes y arrogantes que nos atrevemos a hacer planes futuros, como si no pudiéramos quebrarnos como una gota de lluvia en su viaje del cielo al asfalto.  Leemos a Bradbury, a Vicens, desnudamos a Benedetti y dejamos que Borges nos coja en la absoluta ignorancia del ego partido, escuchamos a Sabina y le lloramos a Sabines, creemos saber de qué habla Pink Floyd y de qué murió Bob Dylan, tratamos de entender a Warhol y nos deshacemos de Carter, nos enamoramos con Cortázar, nos descalzamos con Mastretta, pensamos con Simone W, nos desmembramos con Schopenhauer, nos drogamos con Paz y sus recortes americanos, amueblamos a Huidobro, panfleteamos a Silvio, conjugamos a Drexler, nos tatuamos una clave de sol y cantamos en do menor para sentirnos más melancólicos. Nos creemos intelectuales, nos creemos dioses, nos creemos invencibles, nos creemos únicos, nos creemos los únicos y nos hacemos una herida generacional en el pecho para buscar de dónde venimos, a dónde vamos, para qué estamos aquí. Viajamos en metro, en taxi, en ríos, en cielos, en mares, en tierras, en autobuses, y en todo lo que podamos gobernar para sentirnos un poco más seguros de no estar doblando los pies en la esquina equivocada.  Otra vez nos equivocamos, otra vez lloramos, otra vez nos enamoramos, otra vez nos vale pito y otra vez pensamos que somos cagados por Dios, pero a Dios ya lo matamos.  Resucitamos del miedo para tener más miedo y entonces sentirnos superiores porque alguien nos puso un puño de poder en las uñas. Corremos a terapias, compramos productos milagrosos y vendemos otros. Modelamos tristeza y encadenamos odios: envenenamos oídos, quemamos armonías. Pedimos una oportunidad, pedimos otra oportunidad, perdemos una oportunidad. Cuánto dejamos por ahí regado. Cuando nadie recuerde nuestros nombres, cuando nadie respire en nuestras orejas, cuando nadie llore una despedida y cuando nadie sepa siquiera que en este suelo millones de habitantes arrogantes lo habitaron, volverá a explotar una estrella, el universo colapsará y otra vez naceremos de una herida, crearemos un Dios por miedo a hablar solos, volverán a haber escritores con nuevos nombres, otros músicos con nuevas melodías, otros pintores con nuevos colores que nosotros no conocimos, todo se llamará al revés, y todo por lo que nos morimos esta vez nadie recordará porque las memorias tendrán nuevas dimensiones y entonces este sueño habrá terminado. Entonces, ¿por qué carajos nos preocupamos tanto? ¿Por qué despintamos los soles y envenenamos las lunas? ¿Por qué hacemos religiones? ¿por qué nos inventamos hambres? ¿Por qué no vivimos y dejamos que las cosas nos sorprendan?
Será que somos tan arrogantes que hacemos planes a futuro.