jueves, 2 de octubre de 2014

Aquí iba el título de algo

La prisa nace de la incertidumbre cotidiana que nos da vivir, queremos ahuyentar la idea del tiempo con la ocupación de él mismo.  Nos sentimos tan grandes y arrogantes que nos atrevemos a hacer planes futuros, como si no pudiéramos quebrarnos como una gota de lluvia en su viaje del cielo al asfalto.  Leemos a Bradbury, a Vicens, desnudamos a Benedetti y dejamos que Borges nos coja en la absoluta ignorancia del ego partido, escuchamos a Sabina y le lloramos a Sabines, creemos saber de qué habla Pink Floyd y de qué murió Bob Dylan, tratamos de entender a Warhol y nos deshacemos de Carter, nos enamoramos con Cortázar, nos descalzamos con Mastretta, pensamos con Simone W, nos desmembramos con Schopenhauer, nos drogamos con Paz y sus recortes americanos, amueblamos a Huidobro, panfleteamos a Silvio, conjugamos a Drexler, nos tatuamos una clave de sol y cantamos en do menor para sentirnos más melancólicos. Nos creemos intelectuales, nos creemos dioses, nos creemos invencibles, nos creemos únicos, nos creemos los únicos y nos hacemos una herida generacional en el pecho para buscar de dónde venimos, a dónde vamos, para qué estamos aquí. Viajamos en metro, en taxi, en ríos, en cielos, en mares, en tierras, en autobuses, y en todo lo que podamos gobernar para sentirnos un poco más seguros de no estar doblando los pies en la esquina equivocada.  Otra vez nos equivocamos, otra vez lloramos, otra vez nos enamoramos, otra vez nos vale pito y otra vez pensamos que somos cagados por Dios, pero a Dios ya lo matamos.  Resucitamos del miedo para tener más miedo y entonces sentirnos superiores porque alguien nos puso un puño de poder en las uñas. Corremos a terapias, compramos productos milagrosos y vendemos otros. Modelamos tristeza y encadenamos odios: envenenamos oídos, quemamos armonías. Pedimos una oportunidad, pedimos otra oportunidad, perdemos una oportunidad. Cuánto dejamos por ahí regado. Cuando nadie recuerde nuestros nombres, cuando nadie respire en nuestras orejas, cuando nadie llore una despedida y cuando nadie sepa siquiera que en este suelo millones de habitantes arrogantes lo habitaron, volverá a explotar una estrella, el universo colapsará y otra vez naceremos de una herida, crearemos un Dios por miedo a hablar solos, volverán a haber escritores con nuevos nombres, otros músicos con nuevas melodías, otros pintores con nuevos colores que nosotros no conocimos, todo se llamará al revés, y todo por lo que nos morimos esta vez nadie recordará porque las memorias tendrán nuevas dimensiones y entonces este sueño habrá terminado. Entonces, ¿por qué carajos nos preocupamos tanto? ¿Por qué despintamos los soles y envenenamos las lunas? ¿Por qué hacemos religiones? ¿por qué nos inventamos hambres? ¿Por qué no vivimos y dejamos que las cosas nos sorprendan?
Será que somos tan arrogantes que hacemos planes a futuro.  

1 comentario:

  1. Porque no darle mas importancia a lo elemental...la vida.
    porque no subimos a nuestra barca prendemos la vela y dejamos que la vida nos guie,?. No somos tan importantes.
    :) me voy con tu texto y reflexión.
    saludos

    ResponderEliminar