martes, 23 de noviembre de 2010

Acuerdo

No soy nada sutil cuando de hablar de ti se trata. Siempre se me descosen los hilos del corazón al momento de nombrarte. Recuerdo perfectamente cada escenario.

Entramos en el mismo café dando vueltas con la mirada; dando vuelcos desmesurados. Te encontré, entre tantas bocas y entre tantos ojos te comencé a desvestir. No quité tu blusa o las medias que se aferraban a tus piernas. Te desvestí las ideas, te amarré a mis manos para convertirte en acordes. Hablé de ti con mis amigos, cada cabello tuyo lo describí a detalle, cada tono de tu ruido lo mencioné. Acordé no hacerte necesaria a mi voz, a mi silencio, a mis quehaceres, acordé no acordarme de tu nombre. Y ahí, seguí desvistiendo tus palabras, me acomodé cerca de ti para saber tu acento, ¡carajo! ¿cómo era tu acento?. Diseminé tus dudas, cuando me llamaste tuya. Y tú...

...tú, llegaste, encogida de hombros me dijiste: hola. De papel me pintaste ciudades, te divertiste con mis frases raras y estropeadas. Después de un rato me tocaste las manos, te parecía excitante la forma en que se movían parejas cuando te contaban algo.

En tu habitación nos desvestimos timoratas, nos asesinamos poco a poco el pudor, nos sentimos libres de un momento a otro. Me acomodé sobre tu cuerpo, me enredé entre tu cabello de mar, te envolviste entre mis aguas e hicimos el complemento oceánico más hermoso del mundo. Seguimos mapas marcados en nuestra piel. Tus ecos en mis oídos aún se me desploman en las sombras de repente. ¿Te parece conocida la ocasión?.

En mi habitación nos desvestimos con prisa, nos revivimos la pasión de golpe, antes de todo nos juramos un tiempo eterno. Entre las paredes rojas nos amamos, primero lento y urgente, luego rápido y necesario. Nos emborrachamos de deseos insospechados, de silencios enmarcados, nos dejamos marcas para no olvidarnos nunca. Te robé la adolescencia, me devolviste la mía.

En la distancia se nos quedó la playa que vestimos juntas. Ahora que no hablo de ti con mis amigos, me pregunto cuál habrá sido tu nombre. Nadie me espera ahora por tu calle, nadie te espera ahora por mi cuerpo. ¿Te parece conocida la ocasión?.

En el tiempo te hice un castillo de arena, ya me corta como navaja la canción que nunca escuchaste por miedo a permanecer en ella.

Me es imposible no ser sutil cuando hablo de ti. Y sólo: sólo cuando me ven directo a los ojos podrán advertir la misma luna de la que tú y yo colgamos. Acordoné tu espacio por si un día vuelves y no te sabes el camino.

No hay comentarios:

Publicar un comentario