jueves, 11 de agosto de 2011

El ciruelo

Se me cayó un limón de un árbol de ciruelos, de ahí su infelicidad.

Después de caer el limón entre mis manos, lo eché al bote de basura donde se convirtió en el corazón podrido de alguna de mis amantes; esas que nunca fueron reconocidas como mías sino, como solamente de la calle.

El limón convertido en músculo de sangre se llenó de tierra, ya no sabía si era lodo o una maleta vacía llena de recuerdos.

El limón después de verde, no era más que colores en ropa sucia.

Al limón le dolían las piernas que no tiene, le dolían las manos que no tocan, el aroma que no huele, la cabeza que se parte. Al limón de seguro le dolía una mujer de por ahí.

Pobre del limón que tropezó de las ramas de un ciruelo; ese inadvertido de estar cargando un pobre fruto verde al cuál nunca llamó por su nombre ni su color, solo por su forma redonda, siempre, parecida a la de una ciruela.

Después de verse en la basura como un limón enlodado, sucio y podrido, se dispuso a llenar de hojas verdes las ramas del ciruelo que lo lanzó al abismo. Ya para qué iba a acomodar sus raicitas en otro suelo, ya para qué iba a llorar de celos, si todo lo que llamó tierra, no era más que lodo en un corazón podrido que alguna vez fue verde; ya para qué.

Sí, así fue la desgracia de aquella mujer pensando cómo arrodillarse en el mar sin sumergirse en mi cabello, o en mi música. Aquella mujer que se creyó limón, cuando en realidad era ciruelo; rojo ciruelo, rojo mar, roja sangre; corta vida.

Me pregunto entonces, por qué el título de este texto entonces, se hace ver como: "El ciruelo".


1 comentario:

  1. Viviana, qué bonito leerte, que hermoso y que misterioso. nunca dejes de llenarme de letras.

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