sábado, 6 de octubre de 2012

Carta de amor en el metro San Joaquín

Naranja es la línea San Joaquín, como las hierbas hervidas y los colores en tu taza. 

     Te hablaré de amor pues fue el mejor oficio que me enseñó mi padre.  No sé más que lo reflejado en mis manos gastadas por tanto trabajo y tantos amores.  He hecho poco a comparación de lo que han hechos muchos a mi edad.  Suelo dormir pocas horas porque también tengo poca ropa y necesita ser remendada casi a diario.  Encontrarte bailando en mi azotea ha sido la música más maravillosa del mundo después de la lluvia y el mar.  Te veo grande, como los árboles de Tepoztlán.  También te veo callada y mística como los paisajes de Tlaquepaque.  

    No tengo mucho, pero tengo mi guitarra y eso llena las ausencias de cualquier corazón atolondrado.  Quiero hablarte de amor porque desde mi encuentro contigo, es la palabra que más pronuncio con alerta y desequilibrio. 

     Ya no sé a qué se parece el mar después de haber navegado entre tu cuerpo, ya no sé si se creó primero la playa o la idea de que bajases a la tierra convertida en mujer.  A veces canto con la boca abierta y el corazón cerrado.  Pero ahora, canto con las manos abiertas y el corazón despierto.  Camino con los pies torcidos para tropezarme si me das miedo y corra lejos de ti.   

     Toma todo el amor que quieras de mi cuerpo, hazlo caer en cenizas sobre todo el valle de Morelos.  Haz barquitos de papel maché y ponlos a navegar entre mis piernas.  Llena con mis canciones tus maletas.  Limpia con mis besos tus heridas.  Maldice con mi voz toda la música del mundo.  Honra con mi cuerpo tu venida.  Pinta con mis sábanas tus nubes y acuérdate de extrañarme más y temerme menos. 


     También en octubre nacen las flores y crecen los quereres.  También en otoño mi casa se siente primavera.  También en el miedo se tienen las ideas. También en otros besos se siente mi boca.  


Segundo vagón; primer asiento. 


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