10:30 de la noche.
Afuera llueve, adentro también.
— ¿A dónde va?
— A morirme a algún lugar donde no le dé asco mi muerte.
— Pero, Aurelio, afuera llueve. No querrá morir de hipotermia cuando de lo que muere es de amor por mí.
— No importa, solo quiero ser discreto cuando mi corazón deje de latir, Griselda.
— ¡Momento, Aurelio! Me voy con usted.
— No, Emilia. Gracias. Hoy quiero morir solo.
— Déjelo, Emilia. ¿Acaso no ve que este hombre está hecho una piltrafa?
— Si usted es una piltrafa, yo lo seré también.
— Amable mujer pude encontrar en este lugar, pero no. En esta vida no, Emilia.
— ¿Pero, por qué no?
— Porque afuera llueve, y porque en esta vida es Griselda y no usted la que mata mi olvido.
— Vaya entonces, Aurelio, la lluvia lo está esperando.
— Griselda,deje que el hombre salga sin paraguas. A nosotras nos espera mojarnos acá adentro, con la desesperanza.
— A los muertos el olvido nos provoca, pero no nos moja, Emilia. Váyase, Aurelio, antes de enamorarse más de mis heridas.
Sin palabras!! excelso Aurelio...
ResponderEliminar