jueves, 1 de noviembre de 2012

Mientras no dormía

Mi color favorito de la madrugada es el blanco.
Deberían hacer un café para los que no podemos beber café, sería un éxito en el mercado si dijera: este producto es nocivo para la salud.  Al mundo le gusta el drama y la tristeza, a mí también.  Será por eso que son las cinco de la mañana y no consigo.  También porque hace una semana un hombre quiso meter un balazo en mi cabeza.  De haberlo logrado este texto lo escribiría él y lo haría hablando con palabras masticadas ya por muchos.  Lástima, yo escribo el texto y él mete balas en otros cuerpos.

Mi sabor favorito de la madrugada es el fierro.
Hace tiempo amé a una mujer con cuerpo de puerta.  Todos podíamos entrar en ella.  Físicamente, todos.  A deshoras y a horas también.  Supongo que las únicas ventanas en su vida eran yo y su lengua.  Hasta que nos cerramos juntas en un beso.

Mi dolor favorito de la madrugada es el estómago.
Cómo extraño hacer el amor en Irlanda y eso que nunca he ido.  Dicen que los países donde hay mujeres irlandesas son buenos.  Méjico a veces tiene y a veces no.  No he mirado bien por debajo de las rodillas de algunas mujeres.

Mi sobre favorito de la madrugada son mis riñones.
No he encontrado la carta de despedida que me redactó una mujer antes de decirme se iba por el mundo a navegar en otros cuerpos.  Al único lugar sabido de visitas por ella fue a un lago cerca de mi casa donde el agua no fluye ni hace olas.  Vaya cosa, cómo se hacen de fama las putas que menos follan.

Mi olor favorito de la madrugada es el cigarrillo.
Bebo alcohol como si por cada trago me regalaran un pedazo de la casa donde vivo.  Amanece siempre igual: frío, cansado, muerto, liviano, fuerte y reversible.  El tiempo es un jodido libro que nadie sabe leer ni interpretar.  Ah, pero qué bonito es traerlo bajo el brazo presumiendo.  Morir  y despedir se parecen, las dos terminan en ir y son igual de dolorosas para el cobarde asesino del apego.

Mi canción favorita de la madrugada son las teclas de donde escribo.
La casa está más vacía que el pecho de mi ex mujer, no todos sabemos llenar ausencia, pero también es cierto que también para irse hay que saber hacerlo.  Ella no supo hacerlo y de repente se aparece bailando una danza turca sobre mi cabeza.  ¿Será que no cerré bien la puerta de entrada sino solo la de la salida? Da lo mismo.

Mi planeta favorito de la madrugada son sus pechos.
He escrito más canciones que obituarios.

Mi fachada favorita de la madrugada son mis gafas de aumento perdidas.

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