viernes, 23 de noviembre de 2012

Perdóname

Te pido perdón.  A veces vuela más una paloma en una jaula que un colibrí en el cielo.  Eso me pasó sin ser paloma o apadiforme. No logré frenar mi deseo de ser ante tu dolor.  Reconozco, sé perder y poner tierra, mar, asfalto y flores de por medio cuando me dicen adiós.  Esta vez solo puse la casa, la luna, la noche, el encuentro, el deseo, las ganas enfrente.

Perdóname, no supe irme a tiempo, ni siquiera cuando me lo pediste a gritos saliendo por sus ojos.  Juro por Dios que te vi en sus manos, en su boca, entre sus piernas, en su cuello, y no paré.  Nunca dolió tanto el dolor ajeno como ahora el tuyo entre mis brazos.  Me amarré el deseo, pero si ni siquiera sé abrocharme los zapatos.  

Perdóname porque sé exactamente lo que te aguarda, yo ya fui allí:

La rabia en el ombligo por falta de aleación sobre sus glúteos. 
Los portarretratos sin su risa en Navidad.  
El silencio para demostrarle todo tu amor. 
El insomnio a las cinco de la tarde. 
Un invierno sin piernas de bufanda. 

Su falta. 

Su falta. 

Su falta. 

Perdóname a la dos de la mañana y a las once de la noche.  No sé guardar compostura si se trata de abrir alas. Porque hice de tu luna mi sol y de tu lluvia mi bañera.  Nunca he sido buena rogando amnistía, sin embargo, dame un beso antes de subirme a tu nao, prometo ponérselo en la frente y no contarte jamás cómo me fue.  Por amarle así perdóname. 

Tal vez -y sin quitarte algo- mi pecho será el mejor escudo que te ofreció la vida.  Cómo no quererte si me cuidaste el equipaje tanto tiempo.  Sabré quién eres tú sobre alguna calle.  Tú jamás sabrás quién soy aunque me escuches por el mundo.  Estamos en paz. 

Perdóname, porque mi canción favorita es la que más te hace llorar.

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